miércoles, 23 de julio de 2008

POR SIEMPRE EVA

A mediodía anocheció

Por Ramón Carrillo
Este texto de Ramón Carrillo (1906-1956), primer ministro de Salud Pública que tuvo la Argentina, fue escrito los días posteriores al 26 de julio de 1952, fecha en que Evita entró en la inmortalidad.
Allá en la tierra santiagueña, en el viejo cementerio entre unas piedras dispersas se encontró hace tiempo una lápida con esta inscripción: "Chaupi Punchaupi Tutayara". Según la leyenda, tales palabras se grabaron en la tumba de un príncipe hijo del sol, muerto en plena juventud, mereciendo en grado sumo el cariño de sus súbditos: la inscripción quiere decir sencillamente "A mediodía anocheció". Acabo de recordar la frase ahora, el corazón oprimido por la angustia ante el destino de EVA PERON. Destino misterioso y profundo el de esta mujer que entró en la inmortalidad como una princesa del sol. El mediodía es la plenitud del día. Sol alto y esplendoroso derramando su fuerza creadora, haciendo brotar de las entrañas de la tierra el máximo de las potencias que en ella se encierra.Así EVA PERON, asciende en breves años hasta el ápice de su mediodía y con cariño inconmensurable por la humanidad doliente de su patria y de más allá de la patria derrama el conjunto increíble de sus obras y acciones, todas ellas enderezadas al mismo fin: La felicidad de los más humildes, de los más olvidados, de los más desgraciados; también a su conjuro, mediante su fuerza sin limites físicos, aquilatado por un sufrimiento tremendo, EVA PERON transforma al lado de su Líder y el nuestro la fisonomía y la esencia del pueblo argentino. Los niños, los ancianos, las mujeres, los obreros, los enfermos de la carne y el alma, los rebeldes, los sin paz interior, los escépticos, los desesperanzados, los señalados por los aciagos signos del infortunio, reciben el amor de EVA PERON hecho creaciones que perdurarán mientras perdure la vida de los pueblos. Transcurrirá tal vez mucho tiempo para valorar las gigantescas y universales dimensiones del espíritu de EVA PERON que ahora la contemplamos sólo como un hecho nacional e histórico. Quienes hemos tenido el honor de trabajar cerca de ella sabemos que era imposible substraerse al influjo inextinguible de EVA PERON, a su singularísima captación de las necesidades del pueblo, las permanentes y las circunstanciales, a su magnético dinamismo, a su fortaleza realizadora. Subía su vida, como el sol a mediodía. Y ahora también comprendemos por qué para ella no hubo pausa en la lucha, ni reposo alguno, ni baladí entretenimiento, ni un paso atrás ante los obstáculos de la incomprensión, de la mala fe, y hasta de la hostilidad que surgían ante ella, como surgen siempre ante los visionarios porque su personalidad evade el orden común. Su fiebre de amor por el pueblo era contagiosa; emanaba de ella y transcurría por todos los canales de la vida argentina, haciendo surgir de la nada esas realidades que se llaman FUNDACION EVA PERON. Ciudades Infantiles, Hogares-Escuelas, Ciudades Estudiantiles, Hogares de Tránsito, Hogares de Ancianos, Policlínicos, Escuela de Enfermeras y también la ayuda oportuna al sumergido para dignificarlo; la participación femenina en la vida política, social y gremial de la Nación, incluso económica, con su plan agrarioTodo, en fin, lo que recibe hoy en beneficio el pueblo de la patria; este pueblo que antes jamás entregó a nadie su corazón y que ahora lo ha encerrado en un solo nombre: EVITA.Y al mediodía anocheció. Belleza, juventud, satisfacciones, descanso, todo ofrendó EVA PERON en aras de su amor por el pueblo, generado en su amor al Líder, compañero, guía y esposo. Sobre ella anocheció. Pero la hermosura del destino de EVA PERON, es la hermosura del bien. Y lo impresionante de esta noche humana que nos atribula a todos los argentinos como la pérdida de algo propio, se compensa apenas con el convencimiento absoluto de que, hoy, mañana y siempre, EVA PERON vivirá en el amor de los humildes que son los elegidos de Dios y por eso Dios la recibirá en su seno entre el canto de los ángeles.

Ramón Carrillo, 1952

lunes, 21 de julio de 2008

EL PERONISMO SERA REVOLUCIONARIO O NO SERA NADA



En mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una Revolución. Cuando la "cosa por hacer"es una Revolución entonces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer. Muchas revoluciones han sido iniciadas aquí y en todos los países de] mundo. Pero una Revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empresas arriesgadas. Por eso fracasaron y fracasan todos los días revoluciones deseadas por el pueblo y aun realizadas con su apoyo total.
Un día me dijeron que era demasiado peronista para que pudiese encabezar un movimiento de las mujeres de mi Patria. Pensé muchas veces en eso y aunque de inmediato "senti" que no era verdad, traté durante algún tiempo de llegar a saber por qué no era ni lógico ni razonable. Ahora creo que puedo dar mis conclusiones. Sí, soy peronista., fanáticamente peronista. Demasiado no, demasiado sería si el peronismo no fuese como es, la causa de un hombre que por identificarse con la causa de todo un pueblo tiene un valor infinito. Y ante una cosa infinita no puede levantarse la palabra demasiado. Perón dice que soy demasiado peronista porque él no puede medir su propia grandeza con la vara de su humildad. Los otros, los que piensan, sin decírmelo, que soy demasiado peronista, ésos pertenecen a la categoría de los "hombres comunes". ¡Y no merecen respuesta!
Unos pocos días al año, represento el papel de Eva Perón; y en ese papel creo que me desempeño cada vez mejor, pues no me parece difícil ni desagradable. La inmensa mayoría de los días soy en cambio Evita, puente tendido entre las esperanzas del pueblo y las manos realizadores de Peron, primera peronista argentina, y éste sí que me resulta papel difícil, y en el que nunca estoy totalmente contenta de mi. De Eva Perón no interesa que hablemos. Lo que ella hace aparece demasiado profusamente en los diarios y revistas de todas partes. En cambio, si interesa que hablemos de "Evita"; y no porque sienta ninguna vanidad en serlo sino porque quien comprenda a "Evita" tal vez encuentre luego fácilmente comprensible a sus "descamisados", el pueblo mismo, y ése nunca se sentirá más de lo que es ... ¡nunca se convertirá por lo tanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a un peronista!
-Yo sé que cuando -ellos me critican a mí en el movimiento Id, que en el fondo les duele es la Revolución. Perón y Perón cumplira con su pueblo Mientras eso pueda ocurrir, ellos no volverán. Por eso tratan de destruirme. Saben también que no trabajo para mi,_no me verán jamás buscando una ventaja personal y eso los excita. Desearían verme caer en el egoísmo y en la ambición, para demostrar así al pueblo que en el pueblo me busqué a mí misma. Saben que así podrían separarme del pueblo. No entienden que yo en mis afanes no busco otra cosa que el triunfo de Perón y de su causa por ser el triunfo del pueblo mismo. Ni siquiera cuando me acerco a los que trabajan o a los que sufren lo hago buscando una satisfacción egoísta de quien hace algún sacrificio personal. Yo me esfuerzo todos los días por eliminar de mi alma toda actitud sentimental frente a los que me piden. No quiero tener vergüenza de mí ante ellos. Voy a mi trabajo cumpliendo mi deber y a dar satisfacción a la justicia. Nada de lirismo ni de charlatanerías, ni de comedias nada de poses ni de romances. Ni cuando entro en contacto con los más necesitados podrá decir nadie que juego a la dama caritativa que abandona su bienestar por un momento para figurarse que cumple una obra de misericordia. Del mismo Perón, que siempre suele decir: "el amor es lo único que construye% he aprendido lo que es una obra de amor y cómo debe cumplirse. El amor no es -según la lección que yo aprendí- ni sentimentalería romántica, ni pretexto literario.
El amor es darse; y "darse" es dar la propia vida. Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno dé es justicia. Cuando se empieza a dar la propia vida entonces recién se está haciendo una obra de amor.
Para mi por eso descamisado es el que se siente pueblo. Lo importante es eso; que se sienta pueblo y ame y sufra y goce como pueblo, aunque no- vista como pueblo, que esto es lo accidental. Un oligarca venido a menos podrá ser materialmente.descamisado pero no será un descamisado auténtico. Aquí también me declaro enemiga de las formas según lo establece la doctrina peronista. Para mí, los obreros son por eso, en primer lugar, descamisados: ellos estuvieron todos en la Plaza de Mayo aquella noche. Muchos estuvieron materialmente; todos estuvieron espiritualmente presentes. No todos los descamisados son obreros, pero, para mi, todo obrero es un descamisado; y yo no olvidaré jamás que a cada descamisado le debo un poco de la vida de Perón. En seguido lugar, ellos son parte integrante del pueblo; de ese pueblo cuya causa ganó mi corazón desde hace muchos años. Y en tercer lugar, son las fuerzas poderosas que sostienen el andamíaje sobre cuyo esqueleto se levanta el edificio mismo d'e la Revolución. El- movimiento Peronista no podría definirse sin ellos.
Soy sectaria, sí. No lo niego; y ya lo he dicho. Pero ¿podrá negar alguien ese derecho? ¿Podrá negarse a los trabajadores el humilde privílegio de que yo esté más con ellos que con sus patrones? ¿Si cuando yo busqué amparo en mi amargo calvario de 1945, ellos, solamente ellos, me abrieron las puertas y me tendieron una mano amiga? Mi sectarismo es además un desagravio y una reparación. Durante un siglo los privilegiados fueron los explotadores de la clase obrera. ¡Hace falta que eso sea equilibrado con otro siglo en que los privilegiados sean los trabajadores! Cuando pase este siglo creo que recién habrá llegado el momento de tratar cm la misma medida a los obreros que a los patrones, aunque sospecho que ya para entonces el Justicialismo habrá conseguido su ideal de una sola clase de hombres, los que trabajan.
Un poco es la subconsciencia culpable que no los quiere dejar ver bien y a fondo la realidad total. Y otro poco es por aquello que dije de la misma pobreza que se esconde. Los desprevenidos visitantes que pasean por allí verán ranchos de paja y barro, casillas de latón, algunas macetas de flores y algunas plantas, oirán algún canto más o menos alegre, el bullicio de los chicos jugando en los baldíos ... y acaso se les ocurrirá pensar que todo eso es poético y tal vez romántico. , Por lo menos frecuentemente he oído decir que se trata de barrios "pintorescos" Y esto me ha parecido la expresión más sórdida y perversa del egoísmo de los ricos. ¡Pintoresco es para ellos que hombres y mujeres, ancianos y niños, familias enteras deban habitar unas viviendas peores que los sepulcros de cualquier rico, medianamente rico! Ellos no ven jamás, por ejemplo, qué ocurre allí cuando llega la noche. Allí donde cuando hay cama no suele haber colchones, o viceversa; 0 ¡donde simplemente hay una sola cama para todos ... ! ¡y todos suelen ser siete u ocho o más personas: padres, hijos, abuelos ... ! Los pisos de los ranchos, casillas y conventillos suelen ser de tierra limpia. ¡Por los techos suelen filtrarse la lluvia y el frío ... ! ¡No solamente la luz de las estrellas, que esto sería lo poético y lo romántico! Allí nacen los hijos y con ellos se agrega a la familia un problema que empieza a crecer. Los ricos todavía creen que cáda hijo trae, según un viejo proverbio, su pan debajo del brazo; y que donde comen tres bocas hay también para cuatro. ¡Cómo se ve que nunca han visto de cerca a la pobreza! El mundo tiene riqueza disponible como para que todos los hom-, bres sean ricos. Cuando se haga justicia no habrá ningún pobre, por lo menos entre quienes no quieren serlo ... ¡Por eso soy justicialista ... Por eso no tengo miedo de que los niños de mis hogares se acostumbren a vivir como ricos, con tal de que conserven el alma que trajeron: ¡alma de pobres, humílde y limpia, sencilla y alegre ... ! En lo que las obras son mías es en el sello de indignación ante la injusticia de un siglo amargo para los pobres. Dicen por eso que soy una "resentida social". Y tienen razón mis "supercriticos". Soy una resentida social. Pero mi resentimiento no es el que ellos creen. Ellos creen que. se llega al resentimiento únicamente por el camino del odio ... Yo he llegado a ese mismo lugar por el camino del amor. Y no es un juego de palabras. No. Yo lucho contra todo privilegio de poder o de dinero. Vale decir contra toda oligarquia, no porque la oligarquia me haya tratado mal alguna vez. ... ¡Por el contrario! Hasta llegar al lugar que ocupo en el, movimiento Peronista yo no le debla más que "atenciones". Incluso algún grupo representativo de damas oligarcas me invitó a integrar sus altos círculos. Mi "resentimiento social" no me viene de ningún odio. Sino del amor: del amor por mi pueblo cuyo dolor ha abierto para siempre las puertas de mi corazón.
Además yo he sido siempre desordenada en mi manera de hacer las cosas; me gusta el "desorden" como si el desorden fuese mi medio normal de vida. Creo que nací para la Revolución. He vivido siempre en libertad. Como los pájaros, siempre me gustó el aire libre del bosque. Ni siquiera he podido tolerar esa cierta esclavitud que es la vida en la casa paterna, o la vida -en el pueblo natal ... Muy temprano en mi vida dejé mi hogar y mi pueblo, y desde entonces siempre he sido libre. He querido vivir por mi cuenta y he vivido por mi cuenta. Por eso no podré ser jamás funcionario, que es atarse a un sistema, encadenarse a la gran máquina del Estado y cumplir allí todos los días una función determinada. No. Yo quiero seguir siendo pájaro suelto en el bosque inmenso. Me gusta la libertad como le gusta al pueblo, y en eso como en ninguna otra cosa me reconozco pueblo.
No importa que ladren., Cada vez que ellos ladran nosotros triunfamos. ¡Lo malo seria que nos aplaudiesen! En esto muchas veces se ve todavía que algunos de los nuestros conservan viejos prejuicios. Suelen decir por ejemplo:
No se dan cuenta de que aquí, en nuestro país, decir -oposición" significa todavía decir "oligarquía" ... Y eso vale como si dijésemos "enemigos del pueblo". Si ellos están de acuerdo, ¡cuidado!, con eso no debe estar de acuerdo el pueblo. Desearía que cada peronistá se grabase este concepto en lo más íntimo del alma; porque eso es fundamental para el movimiento. ¡Nada de la oligarquía puede ser bueno! No digo que puede haber algún "oligarca" que haga alguna cosa buena ... Es dificil que eso ocurra, pero si ocurriera creo que seria por equivocación. ¡Convendría avisarle que se está haciendo peronista! Y conste que cuando hablo de oligarquía me refiero a todos los que en 1946 se opusieron a Perón: conservadores, radicales, socialistas y comunistas. Todos votaron por la Argentina del viejo régimen oligárquico, entregador y vendepatria. De ese pecado no se redimirán jamás. .La Razón de mi Vida.
La historia es también creación de los pueblos, porque si los pueblos sin conductores casi no avanzan en la historia, tampoco la historia avanza nunca sin grandss pueblos, aunque tengan grandes conductores,, porque éstos sucumben por falta de colaboración, a veces por cobardía y a veces por incomprensión.
Nosotros hemos encontrado al "hombre"; no tenemos ya más que un solo problema: que cuando el hombre se vaya, como dice nuestro Líder, la doctrina quede, para que sea la bandera de todo el pueblo argentino. No ha de ser la aspiración del pueblo argentino -y sobre todo la nuestra de peronista, a quienes me dirijo al hablar en esta clase- la de trabajar con ropa hecha. Nosotros queremos una obra de arte, y las obras de arte no se venden en serie, sino que son obras de un artista que las ha creado. Por lo tanto, no se pueden comprar al por mayor ni fabricarlas todos los días.
Los críticos de la historia dicen que no se puede escribir la historia ni hablar de ella sise lo hace con fanatismo, y que nadie puede ser historiador sí se deja dominar por la pasión fervorosa de una causa determinada. Por eso yo me excluyo de antemano. Yo no quiero, en realidad, hacer historia, aunque la materia se llame así. Yo no podría renegar jamás de mi fanatismo apasionado por la causa de Perón.
Ustedes habrán visto que Eva Perón jamás ha hecho una cuestión personal . Y como se que es desgraciado aquel no se equivoca nunca porque no hace nada, cuando me he equivocado he reconocido inmediatamente el error y me he retirado, para que no fuera a ser yo la causa de un error que pudiera perjudicar al movimiento. Así deben ser ustedes, honrados para reconocer cuando se equivocan, y honrados y valientes para hacer llegar, en cualquier momento, a todos los peronistas, la voz sincera, valiente y doctrinaria de nuestra causa. Ha de ser grande la causa del General, cuando nosotros, en lugar de someternos y conformarnos con los viejos "comités% escuchando la voz del Líder, formamos unidades básicas de la Nueva Argentina en la vida política, tanto en lo que se refiere a los compañeros como a las compañeras. Pero no nos conformamos con eso los peronistas, porque el general Perón es hombre, de creaciones y realizaciones. Es por eso que se ha creado esta Escuela Superior Peronista, para establecer mentes, para que conozcan, sientan y comprendan más aún, si es posible, esta doctrina, de la cual algunos de ustedes serán los realizadores, y otros, como dijo nuestro querido Presidente y Líder, los predicadores, que irán por todos los caminos polvorientos de la Patria diseminando las verdades de esta Nueva Argentina y de un genio al que debemos aprovechar. No se olviden que -según dijo Napoleón- los genios son un meteoro que se quema para iluminar un siglo.
En medio de este mundo lleno de sombras en que se levanta esta voz justicialista que es el peronismo, pareciera que la palabra justicialista asusta a muchos hombres que levantan tribunas como defensores del pueblo, mucho más que el comunismo. Yo pensaba en estos días, en una conferencia que me tocó presidir, si el mundo querrá de verdad la felicidad de la humanidad o sólo aspira a hacerle la jugada un poco carnavalesca y sangrienta de utilizar la bandera del bien para satisfacer intereses mezquinos y subalternos. Nosotros tenemos que pensar, y llamar un poco a la reflexión a la humanidad sobre todo a los hombres que tienen la responsabilidad de dirigir a los pueblos. A mi juicio el carnaval no dura más que tres días al año, y por lo tanto, es necesario que nos quitemos la careta y que miremos bien la realidad, no cerrando los ojos a ella, y que la veamos con los ojos con que la ve Perón, con los ojos del amor, de la solidaridad y de la fraternidad, que es lo único que puede construir una humanidad feliz. Para eso es necesario que no repitamos la sangrienta payasada que le han hecho los "defensores" del pueblo a los trabajadores. Por ejemplo, durante 30 años se han erigido en defensores de ellos y han estado siguiendo a un capitalismo cruento, sin patria ni bandera; cuando una mujer de América levanta la voz para decir la palabra justicialista, se escandalizan como si hubieran pronunciado la peor de las ofensas que se pueda decir.
Cuando miro a Perón me siento pueblo, y por eso soy fanática del General; y cuando miro al pueblo me siento esposa del General, y entonces soy fanática del pueblo.
El movimiento popular de los descamisados del 17 de octubre no es grande sólo por si mismo, sino también por sus consecuencias. Desde ese día el pueblo tiene conciencia de su valer y de su fuerza. Sabe que él puede imponer su voluntad soberana en cualquier momento, siempre que mantenga organizados los cuadros de sus agrupaciones sindicales. Porque esa es la única fuerza con que el pueblo argentino podrá mantener su soberanía frente a cualquier eventualidad.
Porque Perón habla realizado la revolución por causas que no son las que perseguían otros compañeros suyos. Los demás creían que las causas de la revolución eran el fraude y la inmoralidad en la administración pública, y los círculos políticos que no se ocupaban del país, sino de seguir en el gobierno a cualquier precio y a cualquier costa. Perón veía más allá. Si todo hubiese consistido solamente en eso, la revolución habría cumplido con el pueblo en muy poco tiempo. Con una simple reforma política se arreglaba todo. Pero eso era mirar el problema muy superficialmente, pues si bien era un problema fundamental el fraude cm que se habla engañado al pueblo por tanto tiempo; si bien era un problema serio para los gobiernos anteriores la inmoralidad administrativa, el problema más serio -y aun el más agraviante para el pueblo- era la explotación del hombre por el hombre y, por otra parte, la entrega constante de la Patria a la potencia extranjera que pagara más. Pero, para desgracia de los argentinos, no sólo se vendía la Patria; se rendía pleitesía a las potencias con el solo fin de tener amigos importantes en el extranjero.' Eso era más fundamental.
¿Por qué tenemos los justicialistas tan fervorosa admiración, respeto y cariño por los pueblos, cualquiera sea su raza, su credo, su bandera? Por varias razones, todas muy sencillas: porque los pueblos tienen el sentido innato de la justicia. Por eso Perón sostiene que, para suprimir las guerras injustas, los gobiernos deben consultar a sus pueblos. Si se consultase al pueblo no habría guerras porque casi todas son injustas. Nosotros , los justicialistas, no estamos en contra de las guerras cuando se pelea por la justicia. Pero, desgraciadamente, en este mundo muy poco o nada se ha peleado por la justicia. Se ha peleado siempre por intereses económicos, y muchas veces por imperialismos que son ajenos a nosotros, ya que solamente nos interesa la justicia de los pueblos. Los pueblos llevan en si mismos, todos sin excepción, sentimientos de generosidad, de amor, de altruismo, de solidaridad. De ahí el éxito que tienen, en los pueblos, las doctrinas generosas. Muchas veces me han oído hablar de Perón en estas clases. Yo sé que he tenido que hacer sufrir al General en su humildad, diciendo en su presencia cosas que dirán de él cien generaciones de argentinos, bendiciendo su nombre. Me he anticipado a la historia, nada más, y he interpretado a nuestro gran pueblo argentino, a los humildes. He llegado a decir que Perón es el compendio maravilloso de las mejores y más altas virtudes que han adornado el almade todos los genios que ha tenido la humanidad. Tal vez alguien haya pensado que eran exageraciones, producto de mi fanatismo -y eso entre nosotros-, porque los de afuera dirán que estoy a punto de perder el equilibrio, o que estoy completamente desequilibrada. Si el sabio no aprueba, malo; pero si el necio aprueba, peor. Así es que, cuanto más me combaten o nos combaten, más seguro estamos de ir por la senda del bien y caminando hacia un futuro mejor.
Soy joven y con un marido maravilloso, respetado, admirado y amado por su pueblo. -Me hallo en la mejor de las situaciones. Ese es el camino fácil, el de macadam. Yo quiero la selva y la incógnita. ¿Saben por qué? Porque la selva y la incógnita es defender a la Nación, aunque nosotros caigamos. 1 Podrán borrar al General y a mí, pero no podrán borrar con el tiempo el hecho de que, pudiendo elegir el camino fácil y la puerta -ancha de la historia, elegimos la selva para abrir horizontes y caminos con un afán extraordinario de unidad nacional. Sobre todo el de los peronistas, que es el de la mayoría del pueblo, quemando nuestras vidas, dejándola a diario a jirones de trabajo, de esfuerzo, de sacrificio y de amarguras.
Es que creo que solamente con fanáticos triunfan los ideales, con fanáticos que piensen y que tengan la valentía de hablar en cualquier momento y en cualquier circunstancia que se presente, porque el ideal vale más que la vida, y mientras no se ha dado todo por un ideal, no se ha dado nada. Y todo es la vida misma. Demasiado intrascendente y mediocre sería vivir la vida si no se la viviese por un ideal. Los hombres de nuestro tiempo, más que los de todos los tiempos de la historia, necesitan quien les señale el camino; pero exigen que quien los quiera conducir tenga algo más que buenas y grandes ideas. Necesitan de un conductor extraordinario. Los hombres de este siglo, tal vez por habérselos engañado tanto, necesitan de genios para creer, porque entonces ellos verán por los ojos de su conductor y maestro, oirán por los oídos de él y hablarán por sus labios. Y así expresaremos al mundo una verdad justicialista, y muchas generaciones, no ya de argentinos, sino de hombres de todas las latitudes, nos bendecirán por haber tenido nosotros la valentía de acompañar a un hombre que ha nacido en este pedazo de tierra argentina.

Eva: filantropía de choque

En un clima diplomático tenso, con EE.UU., Eva Perón envió, en 1949, ayuda a los niños negros de Washington. El acto fue tachado de arrogante y generó pedidos de explicaciones.
ROGELIO GARCIA LUPO. Periodista.
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En 1952, cuando falleció, hace ahora medio siglo, muchos aún recordaban en los Estados Unidos que tres años antes Eva Perón había asombrado al mundo político al enviar un avión con ayuda de invierno para los niños pobres de Washington.Fue en 1949, en medio de un clima de tensión diplomática creciente entre nuestro país y los Estados Unidos, y en vísperas de que Harry Truman asumiera la presidencia. El vicepresidente Truman era un granjero de Missouri a quien la muerte del presidente Franklin Roosevelt depositó en el centro del poder mundial.Truman arrojó sin titubear la bomba atómica sobre Japón y había dado muestras de que estaba dispuesto a poner a los Estados Unidos a la cabeza del mundo cuando se firmara la paz. Su elección por cuatro años, a partir del 21 de enero de 1949, fue una celebración internacional marcada por la guerra fría ya desatada contra la Unión Soviética y un reconocimiento hacia la mayor potencia. Las principales figuras de la política se hicieron presentes en Washington y todos se sorprendieron al recibir una comunicación de la embajada argentina que informaba sobre un evento que tendría lugar al día siguiente de los festejos oficiales. Se trataba de la entrega de ropa de invierno para 600 niños pobres residentes en los barrios bajos de la capital.La donación en nombre de Eva Perón y su Fundación de Ayuda Social había sido gestionada cuidadosamente con el reverendo Ralph Faywatters, quien presidía la Children''s Aid Society, una entidad caritativa que protegía a los niños negros de Washington. Consistía en ropa de abrigo y calzado, fabricados en la Argentina y enviados por avión, lo que sugería la situación apremiante de quienes se beneficiarían con la ayuda.La reacción del gobierno norteamericano no se hizo esperar y la embajada argentina tuvo que dar explicaciones sobre las intenciones del regalo. Entretanto, el reverendo Faywatters había puesto en acción a otras organizaciones y un total de 27 entidades —en su mayoría de ciudadanos negros— reclamaron su porción del cargamento. La idea de que el gobierno norteamericano podía impedir que los niños pobres obtuvieran su ropa de invierno argentina produjo una rápida agitación entre miles de familias de Washington.El asunto fue tratado por la prensa internacional. La Agence France Presse describió "una situación que por momentos parecía casi enojosa, debido a la confusión producida por la inesperada noticia" de la donación. "No hubo intención de demostrar que en un país rico cual es Estados Unidos, hay niños ''pobres''", agregó la AFP. Los diarios de la cadena Scripps-Howard no ocultaron su perplejidad y publicaron en docenas de ciudades norteamericanas un comentario donde afirmaban que "la Fundación encabezada por la esposa del presidente argentino no hace las cosas con moneda pequeña ni tampoco peca de falsa modestia".También trataron el episodio los semanarios de mayor circulación, como Newsweek, bajo el título "Señora" pockets (Señora bolsillos) y Time, que lo encabezó "Helping hand" (Dando una mano), donde no ocultaban que la filantropía peronista transpiraba arrogancia pero había golpeado exactamente en un punto muy sensible, el de la pobreza alarmante de la mayoría negra de Washington.El reverendo Faywatters, silencioso cómplice de Evita, se hizo cargo de los regalos y retribuyó con una nota oficial donde subrayó que "entendemos ante esta evidencia su deseo (de Eva Perón) de que toda América viva y trabaje unida para bien de su pueblo (y) esta contribución para los niños necesitados está por encima de toda diferencia internacional de opinión política".El caso quedó cerrado definitivamente y la embajada argentina insistió en que si bien la entrega formal de la donación se había superpuesto con la asunción presidencial de Truman, se trataba de una coincidencia sin propósitos secundarios.Truman le dio en parte la razón a Evita cuando en su discurso de posesión afirmó que "Estados Unidos sufre el efecto de los precios excesivamente elevados, la producción no cubre aún las necesidades y los salarios mínimos son demasiado bajos, al mismo tiempo que las pequeñas empresas pierden terreno en beneficio de los monopolios". La prosa de Truman anticipaba los cambios en los derechos civiles para los negros aunque faltaban años y mucha sangre para que estos se concretaran definitivamente.
Unos apuntes de Eva Perón hasta ahora inéditos, pertenecientes a la Colección Alberto Casares, revelan cómo siguió personalmente la donación a la Children''s Aid Society y en todo momento fue conciente de su alto contenido político. "Sirva de ejemplo este acto y esta ayuda que lo hacemos con todo el respeto y todo el cariño por el gran pueblo de los Estados Unidos y humildemente le hacemos llegar nuestro granito de arena de ayuda", escribió con su tumultuosa caligrafía. En otro lugar afirma que "este avión argentino que pronto llegará a Estados Unidos representa a la bondad de nuestro conductor y lo que somos capaces de hacer por el desposeído, esté donde esté y se encuentre donde se encuentre".Pero en Washington la procesión iba por dentro y a nadie se le ocultó que detrás de la prosa protocolar rugía la furia de la mujer más poderosa de la Argentina y sin duda la más famosa en el mundo de su tiempo. En los dos años siguientes la misma Fundación de Ayuda Social enviaría donaciones semejantes a más de ochenta países, entre los que se incluían naciones europeas devastadas por la guerra, pequeños principados africanos y prácticamente todos los países latinoamericanos. Sin embargo, aquella donación para los niños pobres de Washington D.C. resultó incomparable.

LA VOZ DE EVA

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Gunga Din, el perfecto cipayo. El Pacto Roca-Runciman de la década infame

Por Agenda de Reflexión

En 1939 se estrenó Gunga Din, uno de los grandes clásicos del cine de aventuras de todos los tiempos, inspirado en el famoso relato de Rudyard Kipling, dirigido por George Stevens e interpretado por Cary Grant, Víctor McLaglen, Douglas Fairbanks Jr. y Joan Fontaine. La historia se trata de tres sargentos del ejército británico, buenos camaradas, de espíritu bromista, destacados en misión especial en una zona montañosa de la India colonial del siglo XIX. Los acompañaba un muchacho nativo, una especie de aguatero y guía baqueano llamado Gunga Din, que resultó ser el perfecto cipayo: se diría que disfrutaba viendo matar como moscas a sus compatriotas en nombre de los intereses del imperio y de la corona.Pero digamos que la vocación del cipayo colonial no fue exclusiva del siglo XIX ni de la India exótica. El 27 de abril de 1933 se firmó la convención y protocolo que pasó a la historia como una de sus páginas más negras: el tristemente célebre -Pacto Roca-Runciman-. Un año antes, los representantes de los dominios integrantes del Commonwealth se habían reunido en la conferencia de Ottawa. En esa reunión el imperio británico firmó acuerdos con Australia y Canadá con el fin de otorgar preferencia a la compra de carnes. A partir de entonces la exportación de carnes argentinas a Inglaterra comenzó a decaer. La oligarquía y la Sociedad Rural argentinas presionaron entonces al presidente Agustín Pedro Justo y su gobierno derivado del llamado fraude patriótico para enviar una misión a Londres y arribar a un acuerdo. Las escasas condiciones miserables que pudo imponer a su principal cliente puso en evidencia el abrumador grado de dependencia del mercado exterior que tenía nuestra economía. Pero también el cipayismo vendepatria del gobierno y de nuestra clase dominante durante la década infame. Gran Bretaña, por su parte, tenía entonces vastos intereses en nuestro país: los ferrocarriles, los frigoríficos, el reaseguro y los enormes negocios derivados de éstos.Por ese pacto, se permitió a nuestro país enviar al mercado inglés una cantidad de su mejor producción de chilled beef (carne enfriada), bien barata y ¡libre de gravámenes! A cambio, la Argentina aseguró, en condiciones de claro privilegio, la importación de carbón británico (sobre todo para abastecer a las locomotoras a vapor ¡también británicas!) y de toda una serie de productos manufacturados de ese origen. Se eliminaron medidas -proteccionistas- contra las importaciones inglesas, favorecidas además por regulaciones cambiarias. Al mismo tiempo, el gobierno argentino se comprometió a alentar la inserción de las empresas del Reino Unido en el terreno de las obras públicas.El vergonzoso pacto fue firmado (paradójicamente el mismo año en que moriría don Hipólito Yrigoyen) en Londres por el ministro de comercio británico Walter Runciman y el vicepresidente conservador argentino Julio A. Roca (hijo del presidente homónimo). En esa oportunidad, Julito Roca tuvo el mal tino de decir que -Argentina, por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del imperio británico-. El lacayismo llegaría a la cúspide en las palabras del agente financiero de los intereses británicos y miembro de la delegación argentina Guillermo Leguizamón, Sir de la corte de St James: -La Argentina es una de las joyas más preciadas de la corona de su Graciosa Majestad-.La representación se completaba con el ministro de hacienda, el socialista independiente Federico Pinedo, siempre asesorado por el economista inglés Otto Niemeyer en las medidas adoptadas en el sistema de transporte con la fundación de ferrocarriles y tranvías de Buenos Aires, en la fundación del Banco Central y en la creación de la Junta Nacional de Granos. La oligarquía intentaba, por todos los medios, seguir en la órbita de Inglaterra, porque era la única manera de mantener sus privilegios. La pujante economía de Estados Unidos, fuerte productor de granos y criador de ganado de primer nivel, la estaba amenazando de muerte. En definitiva, el empréstito inglés fue de 13 millones de libras esterlinas, pero el 70 % de esa cifra fue destinado para pagar a la metrópoli ¡utilidades de los ferrocarriles!Claro, ni el pacto ni aquellas declaraciones de la delegación fueron bien recibidas en los círculos nacionales, tanto entre las fuerzas armadas como entre los civiles como los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta –autores de La Argentina y el imperialismo británico- y el grupo de intelectuales nucleados en FORJA. Se empezó así a cocinar un caldo de cultivo que prepararía finalmente las condiciones para la revolución del 4 de junio de 1943. El empréstito terminó pagándose (varias veces, como es de rigor) durante el gobierno del general Perón, cuando nacionalizó los ferrocarriles y el Banco Central, y derrotó a la coalición antinacional y antipopular de la oligarquía y el imperialismo.El último domingo 24 se cumplieron cinco años de la muerte del gran patriota contemporáneo Alejandro Olmos, que supo denunciar la gran estafa de la deuda externa argentina y la complicidad de sus gerentes internos. Pero, como se ve, no hay nada nuevo bajo el sol: siempre existe disponible un Gunga Din.

Fuente: Agenda de Reflexión, Abril 27, 2005

viernes, 18 de julio de 2008

El 16 de junio de 1955 se produce el glorioso bautismo de fuego de la Aviación Naval y de la Fuerza Aérea: matan 300 civiles


ENTREVISTA - ALBERTO CARRAPIZZO

Hoy es un jubilado de Barrio El bosque que opina que la sociedad no reconoce a aquellos que, como él, integraron en 1955 el Regimiento de Granaderos, y que como tales tuvieron la responsabilidad de custodiar al entonces presidente Juan Domingo Perón, el 16 de junio.Tiene 73 años, es­tá ca­sa­do; tiene dos hi­jos y seis nie­tos. Es Ju­bi­la­do (cobra la jubilación mínima) in­te­gró el histórico Re­gi­mien­tos de Gra­na­de­ros Jo­sé de San Mar­tín, y co­mo tal le to­có cus­to­diar en la Ca­sa Ro­sa­da a Juan Do­min­go Pe­rón el 16 de ju­nio de 1955, durante el bom­bar­deo a la Pla­za de Ma­yo.En la caja de fotos y cartas que Alberto Carrapizzo desparrama sobre la mesa del living hay señales de un pasado que él revive con una mezcla de orgullo y de dolor. En esas fotos aparecen, sucesivamente, un joven soldado en ropa de fajina, solo o en grupo, o vestido de Granadero. Carrapizo mira fijo, y advierte: “tengo un ojo de vidrio”. Cuenta que lo perdió hace unos años, a causa del disparo del arma de un delincuente que lo asaltó en su almacén del barrio El Bosque. Pero ese no ha sido su único traspié. “Todavía hay alojada una bala en la ingle”, se señala Carrapizo, uno de los granaderos del Regimiento “General José de San Martín” que el 16 de junio de 1955 tuvieron la responsabilidad de proteger al entonces presidente Juan Domingo Perón, en la jornada en que aviones de la Marina y de la Armada bombardearon la Plaza de Mayo, con el saldo de 364 muertos y más de 800 heridos, según cuenta la crónica de la época. No lo lograron, pero el Golpe de Estado llegaría tres meses después, el 16 de setiembre de 1955, y tomarían el mando, sucesivamente, Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu. Pero el 15 de junio del 55, recordará el ex granadero Carrapizzo, él pudo cumplir con la misión de escolta presidencial que en 1907 se le había encomendado al regimiento de los Granaderos que creó el general José de San Martín en 1812.-

¿Qué recuerda del 16 de junio de 1955?-

El día estaba gris y lluvioso. Eran cerca de las 12 de la mañana, llegábamos en los camiones a la puerta del Regimiento por Paseo Colón, que es la puerta de ingreso para los Granaderos y para la Policía Federal. Empezamos a saltar de los camiones. Y cuando estábamos saltando, empezamos a sentir las metrallas que venían desde ahora está el estacionamiento.

-¿Los tomó por sorpresa? -

Totalmente. Nadie sabía nada. Eramos treinta granaderos que íbamos a hacernos cargo de la guardia, porque se retiraban los otros 30 que estaban adentro. Siempre rotábamos.

- ¿Qué lugar le tocaba a usted ese día? - Siempre íbamos rotando. Eso se sabía sólo cuando se entraba. Nosotros golpeábamos la puerta (de la Casa Rosada), y no nos abría nadie, nos arrastrábamos . Finalmente nos abrieron, hasta que pudimos entrar. Las balas caían a 20 centímetros de mi cabeza, y atrás teníamos un oficial con la pistola en la mano, que nos apuntaba a la cabeza, y nos decía: “disparen”, para defenderlo a Perón. Como custodia presidencial, la obligación del regimiento es defender al que está como Presidente, sea quien sea. Las balas venían de todos lados; había francotiradores por todos lados: en el Ministerio de Economía, en el Banco Nación; en el Banco Central. Por donde nos asomábamos, nos rebotaban las balas.- ¿Cuánto duró el bombardeo?

- No le puedo decir. Yo pertenecía al escuadrón armas pesadas, que se divide en dos secciones, ametralladoras antiaéreas y sección morteros. Era apuntador de la sección morteros, que es un caño largo que tiene a la par un elemento por el cual usted calcula la distancia donde quiere que caiga la bala. En un momento me mandaron al helipuerto con las cajas de las tiras de las balas para las ametralladoras antiaéreas. Llego al helipuerto, y cuando tenía que cruzar hasta la ametralladora, uno de los aviones pasaba ametrallando. Recibí una esquirla, que me pegó en la ingle, y caí desmayado. Cuando desperté, estaba en la enfermería de la Casa de Gobierno. Antes, había estado en los balcones del Salón Blanco, con la ametralladora antiaérea disparando contra todo lo que fuera verde. Ese día había una manifestación de la CGT en adhesión a Perón. Calculo que había cientos de vehículos ametrallados y bombardeados. Sólo que como los aviones venían a baja altura -según los que saben- las espoletas de las bombas no tenían la fuerza suficiente para explotar cuando llegaban a tierra. La Plaza de Mayo estaba llena de gente. Era como ver un enjambre.-

¿Qué pasó al día siguiente?

- Cuando reaccioné ya estaba vendado. Salimos con las ametralladoras Halcón a recorrer Avellaneda y Lanús, y donde veíamos que alguien no acataba la voz de alto, había que disparar a las piernas, porque no sabíamos si venían a defenderlo a Perón o a profundizar el golpe.- ¿Recuerda la procesión de Corpus Christi que precedió por unos días al bombardeo a la Plaza de Mayo? - No lo viví; nosotros no nos enterábamos de casi nada. Sí sabíamos que lo querían voltear a Perón porque trataba bien al obrero, y la oligarquía lo tenía a mal traer. Eso sí, el 16 de septiembre (el día del golpe al que se llamó “Revolución Libertadora) nosotros no disparamos ni un tiro, y sólo nos enteramos del golpe por el cambio de oficiales, entre los que estaba Alejandro Lanusse.-

¿Cómo terminó la jornada del 16 de junio?

-Todos alborotados. Habían muerto compañeros; a ese muchacho al que yo le llevaba las cajas con las balas para la ametralladora antiaérea, pasó un avión, y el lo volteó con la ametralladora. Pero otro, que venía por detrás, lo ametralló a él, y lo partió por al mitad. Eramos compañeros. También nos abrazábamos con los compañeros que habíamos quedado, con los oficiales y con los suboficiales.-¿Cómo ha podido convivir con esos recuerdos?(Responde entre sollozos). Yo saltaba en mi cama, y mi madre me despertaba.-

¿Lo trató a Perón?

- Lo tuve como la tengo a usted. Y el mayordomo, con el paraguas tapándolo cuando llovía o cuando había sol. También hice guardia en la residencia de Olivos, y en la casa en la que murió Evita, frente a la plaza Mitre. Para vivir como vivía Perón, yo hubiera preferido no vivir: había ametralladoras por todos lados, custodiándolo.-

¿Qué imagen le dejó Perón?

- Buena. Dormíamos en colchón pullman, nos daban cigarrillos importados, comíamos la comida que comían los oficiales. Nos saludaba: “granadero, cómo anda, qué necesita”. Pero teníamos la orden de no decirle ni por casualidad lo que necesitábamos.-

¿Significó defender a un hombre, o a la democracia? - No. Se trataba de defender a un presidente, porque el regimiento de Granaderos es la escolta del Presidente, sea quien sea.-

¿Se daba cuenta de que estaba siendo parte de la historia? -

Ni por las tapas. Yo, lo único que sabía era que tenía que hacer las cosas bien.

Fuente: La Gaceta

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Por Claudio Savoia
"Lo primero que vi fue a un tipo al que le habían volado los genitales y pedía que lo mataran". "Una cupé Ford en llamas, dos troles incendiados y un tiroteo infernal en la Plaza Colón." "Sobre la calle Huergo, una ametralladora antiaérea tirándole con todo a los aviones, y uno al que le dieron y cayó en el río." "Veinte camiones de cerveza Quilmes, de los que bajaban hombres enardecidos que gritaban "la vida por Perón". Las imágenes, intactas, vuelven a agitar las pupilas de sus dueños, un puñado de abuelos simpáticos que hace cincuenta años hacían la colimba en el Regimiento Motorizado de Buenos Aires, un cuerpo militar que dependía del presidente Perón y que fue el primero en llegar a la Plaza de Mayo para defender a su gobierno.Raúl Moreno, Domingo Mastroianni, Luis Conzani, Juan Marciafava, Jacinto Berardi, José Riva y Alfredo Vila todavía se siguen viendo, espoleados por quien entonces era su jefe y hoy su amigo, el ex sargento Alberto Rábanos. Entre ellos hay mecánicos, comerciantes, directores de televisión, buscavidas y prósperos empresarios; hay peronistas irredentos y conservadores de paladar negro que podrían recitar el gabinete de Agustín Justo con la fluidez con que un cura reza el rosario. Aquel lluvioso y helado 16 de junio los soldados tenían 20 años, el sargento 26. Y todos recuerdan la misma secuencia: la cola para ir a almorzar, las campanadas que empezaron a doblar frenéticas, la orden de ponerse el uniforme de combate, los camiones que arrancaron sin que nadie supiera hacia dónde o para qué."Llegamos a la Aduana a eso de las 13:10, y estaban cayendo las primeras bombas. En un rato vi cualquier cantidad de muertos", revive Rábanos. "A eso de las cuatro en el ministerio de Marina sacaron una bandera blanca, pero cuando vieron que había obreros con palos empezaron a tirar de vuelta: tenían pánico de ser linchados. Después se volvieron a rendir. Y a eso de las siete escuchamos un tiro: se había suicidado el contralmirante Benjamín Gargiulo. Yo lo vi, tirado en su despacho con el revólver en la mano derecha y un rosario con la foto de sus hijos en la izquierda."Raúl Moreno recuerda el silbar de los tiros: "¡Nos salvaron los palos borrachos de la plazoleta!" Los disparos también llegaban desde el ministerio de Asuntos Técnicos, que funcionaba en el edificio de 25 de Mayo y Rivadavia en el que hoy está la SIDE. José "Gugui" Riva no lo olvidará: "Cuando estaba por entrar a la Casa Rosada me cerraron la puerta. Bajo los tiros corrí por Balcarce, me metí en un zaguán que estaba lleno de gente y con la bayoneta rompí todas las luces para que los pilotos de los aviones no nos vieran, mirá que estupidez. ¡Y la gente me aplaudía!" Al caer la tarde la revuelta había fracasado. "Entramos a Marina pateando puertas y tirando ráfagas de ametralladora", recuerda Alfredo Vila. Junto a sus compañeros esa noche vio vibrar como espectros las llamas que incendiaban la Curia y mordisqueó los sandwiches que les llevaban los vecinos peronistas. Gugui Riva menea la cabeza: "Nuestros recuerdos deberían servir para que jamás vuelva a derramarse sangre argentina a manos de otros argentinos. Si no, no tienen sentido". Tienen, Alfredo. Tienen. Fuente: Clarín, 16/06/56
Archivo General de la Nación
Av. Leandro N. Alem 246, PB


Jueves 24 de julio, 17hs. Entrada libre

El día que bombardearon Buenos Aires
Documental, 60 minutos, color, año 2004


Dirección y edición: Marcelo Goyeneche

El 16 de junio de 1955. Las Fuerzas Armadas bombardean la Plaza de Mayo dejando como saldo más de 300 muertos y miles de heridos, en uno de los días más trágicos y olvidados de la historia argentina.

Premiado en los festivales de

17 Recontres de Cinéma Toulouse, Francia
7 Festival Nacional de Cine Documental
7 Festival de Cine de Derechos Humanos
12 Festival Latinoamericano, Rosario




MORDISQUITO

Último texto leído por Discépolo el 10 de noviembre de 1951, un día antes de las elecciones que concluyeron con el triunfo arrollador de Perón dijo: "Mordisquito"


¿A mí me la vas a contar? Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a los malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado de un largo camino de miseria. Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la verdad. Porque yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando miseria, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por la clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz hasta lo de Vasena, (se refiere a la Patagonia Rebelde y a la Semana Trágica) porque pedían un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que les permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, el hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su asco. No. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque le pisaban un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta (se refiere a Robustiano Patrón Costas, cuya postulación en la fórmula con Ramón Castillo se malogró con el golpe del 4 de junio de 1943). Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza de hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto lo más infame. Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia. Tendrías, como un señor que yo conocía y que iba todos los meses a cobrarlo, un puesto de ama de cría para cubrir sus gastos, que se lo pagaban oficialmente, y un sueldo para salir con el clan. Yo me acuerdo del clan. Y vos también. Aquella mafia siniestra que salía sólo para aterrorizar gente y mataba una vez a gomazos, otra vez a tiros y a veces con el camión para hacerlo más divertido. No, si la memoria fastidia. Pero yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que manejaba el país. Mirá, si vos hubieras estado en la Semana Trágica como yo y como tantos, en Cochabamba y Barcala, y hubieras visto morir primero a aquellos cinco, luego a cientos, y hubieras visto masacrar judíos por una gloriosa institución que nos llenó de vergüenza, no hubieras formado nunca más parte de ese partido que integrás por amor propio y quizá por ignorancia de tantos hechos delictuosos que son los que empezaron a preparar la llegada de Perón y Eva Perón. En un país milagroso de rico, arriba y abajo del suelo, la gente muerta de hambre. Los maestros sirviendo de burla en lugar de hacer llorar porque estaban sin cobrar un año entero. ¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado! Yo sé que te da rabia que te lo repitan tantas veces, pero es que entristece también pensar que no lo querés oír. El otro día, en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1918: Ya por ese entonces los obreros gozaban.... ¿De qué gozaban? ¡Los gozaban!, que no es lo mismo. Y, sí, Mordisquito, ¡los gozaban! La nuestra es una historia de civismo llena de desilusiones. Cualquiera fuese el color político que nos gobernó, siempre la vimos negra. Aspiramos a gozar y al final nos gozaron. ¡Todos! ¡Siempre! Una curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarones, hizo que el país retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarones y practicás su culto como una religión. Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos. Te gusta oír hablar a la gente que no le entendés nada; la que te habla claro te parece vulgar. Yo también entré como vos y, ¿por qué no confesarlo?, me sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre de talento. El pajarón tiene presencia, tiene historia larga, la que casi siempre empieza con un tatarabuelo que era pirata. Yo también me sentía dominado por los pajarones cuando era chico. Ahora, ¡no! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora, Mordisquito! Salvate de los pajarones. El fracaso - por no decir la infamia - de los pajarones fue lo que trajo como una defensa a Perón y Eva Perón. Pero no fui yo quien los inventó. A Perón lo trajo el fraude, la injusticia y el dolor de un pueblo que se ahogaba de harina blanca y una vez tuvo que inventar un pan radical de harina negra para no morirse de hambre. Tampoco te lo acordabas. ¡Ay, Mordisquito, qué desmemoriado te vuelve el amor propio!. Te dejo. Con tu conciencia. ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva Perón también! Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la patria que los esperaba para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A mí ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta otra vez, sí. Hasta otra vez".

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Discépolo, de la década infame al estatuto del peón

Por Osvaldo Vergara Bertiche
Hace 55 años, en 1951, gambeteándole a la muerte por algunos meses hasta el 23 de Diciembre, Enrique Santos Discépolo, decide "jugarse entero" explicando el peronismo, sin alegorías, sin interpretaciones complejas, desde Radio Nacional, en el programa "Pienso y digo lo que pienso". Discépolo habla de peronismo mientras lo vive. Manifiesta, así, su apoyo al gobierno que venía a redimir las décadas que también él las vivió, que las contempló y que contempló la angustia de muchos, "el hambre de los otros, la injusticia de los postergados y la tristeza infinita de vivir en la tierra que lo ofrece todo para que los más no tengan nada. Esa injusticia que orilla por las calles de los pobres...". Es en esos tiempos que le empezó a doler la "cicatriz ajena". En estos otros momentos, distintos, muy distintos, en la historia de los argentinos, "la exclusividad de los umbrales han vuelto a tenerla los novios; ahora no hay limosneros en los umbrales, ni en los andenes, ni en los cementerios. A los limosneros se los podía encontrar en un pasado cruel y desaprensivo". (Mordisquito, Audición IV) En la Década Infame (1930/1940), expresión que debemos al periodista tucumano y agitador de rebeldías, José Luis Torres, quien sintetizó como nadie el país real, Discépolo decía, como símbolo de la ruptura del tejido social de la solidaridad: Cuando la suerte que es grela, / fallando y fallando / te largue parao... Cuando estés bien en la vía, / sin rumbo, desesperao... Cuando no tengas ni fe, / ni yerba de ayer / secándose al sol... Cuando rajés los tamangos / buscando ese mango / que te haga morfar... La indiferencia del mundo / que es sordo y es mudo / recién sentirás. Verás que todo es mentira, / Verás que nada es amor... Que al mundo nada le importa... / Yira... Yira... Aunque te quiebre la vida, / aunque te muerda un dolor, / No esperes nunca una ayuda, / ni una mano, ni un favor. Cuando estén secas las pilas / de todos los timbres /que vos apretás. Buscando un pecho fraterno / para morir abrazao... Cuando te dejen tirao / después de cinchar, / lo mismo que a mí... Cuando manyés que a tu lado / Se prueban la ropa / que vas a dejar... ¡Te acordarás de este otario / que un día, cansado, / se puso a ladrar!
Y cansado de ver tantas injusticias, no solo ladró sino que mordió rabiosamente cuando en 1951, expresa: "¿Por qué no pensás un poco vos también? Yo no te pido que inventés una escuela filosófica o que leas a Einstein y te vayas a dormir con el teorema puesto. Yo te pido que abandones tu posición de terco y pienses... pienses en lo que estaba pasando y en lo que pasa ahora. Tenías una patria como una rosa, pero esa rosa no perfumaba tu vida sino que estaba deshojando en el ojal de los otros. Ahora la solapa de tus enemigos está vacía y la rosa es tuya..." (Mordisquito, Audición VII) "Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad". (Mordisquito, Audición II) "Estamos viviendo el tecnicolor de los días gloriosos..." (Mordisquito, Audición V) En 1934, en "Quién más, quién menos", ve desfilar ante sus ojos, la miseria de la mujer explotada: Te vi saltar sobre el mantel, / gritando una canción... y obscena y cruel, en tu embriaguez, / ya sin control mostrar - muerta de risa - al cabaret tu desnudez... ...bizca de alcohol... pisoteando al zapatear, / entre los vidrios tu ilusión!... 17 años después, diría: "Que la mujer nos guste es una de las costumbres más bellas que Dios nos puso dentro. Claro unos están más acostumbrados que otros, ¡pero la costumbre es de todos! Desde el enamorado tropical que la pregona con un mambo hasta el esquimal que ama con el pingüino puesto. Si la mujer embellece nuestra vida, ¿cómo podríamos soportar la explotación de aquellos tiempos superados y cómo podríamos no agradecer estas leyes justas y dignas de una sociedad culta, que ahora protegen su delicado esfuerzo; estas leyes, mirá, que a veces más que ser leyes parecen piropos? Dignificando a la mujer, de rebote mejoramos la dignidad de los hombres, porque no me digas que el respeto hacia la mujer querida – que es tu madre, tu novia o tu esposa – no es respeto que se te ofrece a vos también". (Mordisquito, Audición XVII) En aquellos otros tiempos dice en "Tormenta" Yo siento que mi fe se tambalea, que la gente mala, vive ¡Dios! mejor que yo... Desde 1946, esto había cambiado. Y a raíz de una supuesta carta anónima, que le atribuye a Mordisquito (Audición IX), le contesta: "Tirás y, lógico, escondes la mano. Todos los ingredientes del resentimiento se mezclan en el magro pucherete de tu carta: la envidia, el rencor, la sin razón, la injuria. Ingredientes que resumen una sola resultante: tu rabia. Una rabia de pichicho que no puede morder su propia cola y entonces ladra de este modo: claro vos hablas bien porque estás acomodado. Para vos todos los que comprenden que el país transita un destino de bienestar y de justicia están acomodados. ¿Y sabés una cosa? ¡Sí! Tenés razón. Francamente, mirá, estamos todos acomodados. Desde los pibes, para quienes se viene construyendo una escuela por día... Y también están acomodados los muchachos, aquellos que antes vendían diarios, que tienen ahora cientos de escuelas de enseñanza técnico-profesional y enseñanza universitaria gratuita. Y también se acomodaron los obreros, los laburantes de nuestra sufrida carga y la clase baja de tu irreflexiva soberbia, que aumentaron al triple sus jornales y lograron la dignificación del trabajo. ¿Te das cuenta que todos estamos acomodados?... Es brutal el acomodo. Se acomodó la salud y el bienestar general... Estamos todos acomodados... y no me vas contar que no entraste en el beneficio de esta generala servida". Ahora, no sólo los malos vivían bien; y la fe, Discépolo, la reencuentra y la transmite con atrevida y filosa lengua. "Tres esperanzas", su tango de 1933, es quizás un símbolo. Ganas de olvidar un pasado de desventuras y miedo al porvenir. Soñaba, pero ese presente, impedía tener sueños de justicia, le hacía un gil. El futuro era adverso, no se vislumbraba cambio alguno. No tengo ni rencor, ni veneno, ni maldad... son ganas de olvidar, terror al porvenir... Me he vuelto pa´ mirar y el pasao me ha hecho reír. ¡Las cosas que he soñao! ¡Me caché en dié, qué gil! Con la llegada del peronismo, "¿No son más dignos y más hermosos estos momentos que aquellos?". (Mordisquito, Audición XIV) "Desde todos los vértices de este triángulo de felicidad que es la Argentina se derramará el río estupendo de los que no vienen a buscar una esperanza sino a mantener una realidad". (Mordisquito, Audición XXVIII) Pavorosamente solo... como están los que se mueren, los que sufren, los que quieren... En "Martirio" de 1940, la soledad sigue siendo un tema central de la filosofía discepoliana. Pero, ahora arremete, desenfunda su indignación y exclama: "... vivís en un mundo que nunca tuvo ni expectativas ni angustias. Pero había otros viejos, Mordisquito, los tristes y los solitarios, los que giraban lentamente para mirar el camino recorrido y se hacían esta pregunta sin esperanzas, esta pregunta inhumana y terrible: ¿Para qué caminé? ¿De ese camino, qué me queda? ¿Qué quise tener, qué soñé tener y qué tengo ahora? Ahora... "¡Miles de ancianos salvados de la infamia y del hambre, techo para todos, pensiones a la vejez, descanso y respeto en sus útimas horas, y no la limosna sino la dignidad, y no el asilo sino el hogar!". (Mordisquito, Audición XXXV) Enrique Santos Discépolo, que en 1947, pusiera letra definitiva al tango de Ángel Villoldo, "El choclo", verdadera síntesis de la historia de nuestra música ciudadana, nos dice que "ardió en los conventillos". El tango "mezcla de rabia, de dolor, de fe, de ausencia" nació en los arrabales, en los barrios. Barrios "... estos que yo recorro. No son aquellos de antes. No, no creas que voy a hablarte en nombre de la nostalgia y que voy a evocar melancólicamente la zanja cargada de ramas impermeables, ni el potrero adonde íbamos a comer el huevito de gallo o el farol que apuntaba las espaldas dramáticas del gaucho. No, no; lo mío tiene otro sentido. ¿Sabés lo que es lo mío?. Un viaje a través de la geografía arrabalera, un viaje que no pretende encontrar algo, sino al contrario: pretende... no encontrarlo.... Yo me meto en el barrio, corazón adentro, y, después de recorrerlo, te pregunto ¿está el conventillo? ¡Y no, no está, claro que no está! ¿Me entendés ahora?. Yo no quería encontrar más el conventillo, y no lo encuentro. Toda aquella miseria organizada fue barrida por otra organización. ¡La del amor! ¡¿Cómo?! ¡¿qué a vos te gustaba más aquello?! No; puede ser que te gustase como elemento pintoresco, pero no como medio de tu propia vida. El suburbio de antes era lindo para leerlo, pero no para vivirlo. Porque a mí no me vas a contar que preferías el charco a la vereda prolija y que resultaba más entretenido el barro que el portland... Durante años y años los inquilinos del suburbio vivieron aquella comunidad absurda. La humillante comunidad del conventillo. Una oxidada sinfonía de latas. Toda una intimidad doméstica al aire, un verdadero festival para la profilaxis, ¡un mundo donde el tacho era un trofeo y la rata un animal doméstico! Vos nunca te habías metido en el laberinto del inquilinato, en la prosa infamante de aquellas cuevas con la fila de los piletones, el corso de las cucarachas viajeras y las gentes apiladas no como personas sino como cosas. Vos conocías el barrio de los tangos, cuando los tocaba una orquesta vestida de smokin. Por eso no puede conmoverte como a mí este desfile de las casitas dignas, que hacen flamear la banderola roja de un techo, el trapo verde y fragante de los jardines bien cuidados". (Mordisquito, Audición XI) Discépolo vivió dos realidades, la de La Década Infame y la otra, cuando se pone en vigencia El Estatuto del Peón, la dignidad de los más que tenían menos. Y por eso fue como fue. ¿Exagerado? ¿Destemplado? ¿Crudo? ¿Sectario? ¿Dogmático? ¿Injuriante? ¿Intolerante? ¡NO! Cuando quién había ganado las elecciones más democráticas en la historia de los argentinos y contra todo el arco opositor unido, era tratado de "tirano" y las mayorías populares que le dieron el triunfo eran "el aluvión zoológico", toda desmesura fue un recurso. Al fin y al cabo, cuando hay dos proyectos, uno de Nación y el otro de entrega, dependencia y explotación, los tonos del debate resultan destemplados. Después de 55 años, a Discépolo lo seguiremos escuchando, porque "voy a estar en el grillo de tus noches, en la canilla que gotea, en el ropero que cruje a medianoche, en el humo final del pucho que apretás rabioso contra el cenicero, en el chas-chás del cinc cuando llueve, en todos los pequeños ruidos de la obsesión, allí voy a estar, persuadiéndote". "Aunque me marche, como me marcho ahora, se que seguirás oyéndome..."

(Mordisquito, Audición XXXVII)Diciembre 2006

Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro

ROMA NO PAGA TRAIDORES" era un apotegma conocido en los tiempos del imperio. Cuenta Plutarco que, en la conquista de la PERSIA, dos generales persas se presentaron a Alejandro el Grande para proponerle su ayuda en una traición contra su propio Rey, DARIO. Alejandro los escuchó y ordenó que los degollaran. Desde entonces, los traidores han sido siempre los mismos, lo que ha variado han sido sólo los hombres que los utilizan, porque a tales traidores corresponde semejantes contratantes.
En la política, que en el campo de las realidades no es sino lucha, vale decir dos voluntades contrapuestas, la traición puede ser usada sin medida, cuando las bajas pasiones y la inmoralidad han pesado más que las virtudes y el bien hacer. Pero en último análisis, tan miserable es el traidor, como el que se vale de él para traicionar. Generalmente, cuando ello sucede, es que entre "taitas" anda el juego.
La psicología de la traición tiene innumerables gradaciones y características: los hay de toda laya, desde el que se vende por dinero o por prebendas, hasta el que lleva la traición adentro y así no puede escapar a su influencia. Todos tratan de disimular su infamia escudándose en lo que suelen llamar "viveza" y "habilidad", sin percatarse que en el "pecado lleva la penitencia", porque aún gozando de beneficios inmediatos, no escapan a la sanción de su propia infamia, ya que los que proceden mal, terminan víctimas de su propio mal procedimiento.
Las guerras modernas han creado los "agentes" que no son sino una forma de la traición tecnificada, como todo lo moderno. De allí han nacido las diversas forma de la "guerra psicológica" empeñada en el reclutamiento de traidores en masa, para la "provocación", el sabotaje, el "boicot", la "intimidación", etc.. Con todo ello se han conformado "los servicios" que se ocupan del espionaje, contraespionaje y la preparación de los planes en cada una de las actividades disimuladas en el aprovechamiento de la traición, también tecnificada. Ahora parece que los métodos militares, invadiendo la política, traen a este campo sus métodos castrenses, sin meditar que no es lo mismo la guerra que la política, ni el enemigo exterior igual que el compatriota.
La permanente vigilancia de nuestro Pueblo también logra información, y ella nunca ha fallado. Ahora sabemos bien quiénes se han prestado o se prestan para tan sucio negocio y así no ha resultado difícil neutralizar a los elementos comprometidos o propensos. Ningún hombre o mujer del Movimiento Peronista, sea político o sindicalista, ignora que ningún caso, quién es quién en nuestro Movimiento. Así que la masa no puede ser engañada en caso alguno y a menudo, las autodefensas del mismo, terminan con los amagues de traición, vengan de donde vengan. Por eso nosotros no tememos a los traidores, más bien los aceptamos como generadores de anticuerpos que refuerzan nuestras defensas.
Es que en nuestro Movimiento jamás se han aceptado semejantes métodos para combatir a nuestros enemigos. Anhelamos la lucha pero en el campo de la dignidad y no de la ignominia. Tampoco tememos cuando nuestros enemigos la utilizan, porque sabemos con toda certeza que su fracaso será una carta más de triunfo para nuestra causa, desde que colaboran con nosotros para purificar nuestras formaciones mediante la eliminación de los indignos. Si echamos una mirada al pasado inmediato, quizá podremos comprobar tales afirmaciones, si analizamos el destino que los traidores han cumplido dentro de nuestro Movimiento.
"Mientras la masa peronista esté con la firmeza actual, mientras la juventud argentina mantenga su idealismo y su entusiasmo por la causa que servimos, poco podemos temer de las defecciones de algunos dirigentes que, encandilados por una riqueza momentánea, sacrifiquen lo más sagrado para un dirigente; su lealtad y su honestidad". Por eso nos reímos de los intentos de la dictadura militar por corromper y dividir nuestras fuerzas. Lo más que podrán obtener será el voto aislado de algún dirigente venal a quien no lo acompañará ni siquiera su mujer. Lo lamentable es que se utilicen los fondos del Estado para corromper y no para dignificar a los ciudadanos. Cuando ello ocurre se comete un crimen de lesa Patria.
Por lo demás, pueden seguir haciéndolo; conocemos uno a uno a sus venales servidores que, aunque tengan puesta la camiseta peronista, nosotros sabemos de la pata que cojean y no se moverán aunque lo intenten, Los tratamos como leales y les perdonamos sus desvíos disimulados con tal de que hagan lo que deben hacer: hay dos clases de lealtades: la que nace del corazón que es la que más vale y la de los que son leales cuando no les conviene ser desleales. A esos también los aprovechamos en las circunstancias en que puedan servir. Así para nuestros enemigos queda el viejo refrán: "Quien da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro". ¡Eso es lo que está pasando!

JUAN PERON - Junio 24 de 1972.

LAS VEINTE VERDADES

"Estas son las Veinte Verdades del Justicialismo Peronista. He querido reunirlas así para que cada uno de ustedes las grabe en sus mentes y sus corazones; para que las propalen como un mensaje de amor y justicia por todas partes; para que vivan felices según ellas y también para que mueran felices en su defensa si fuera necesario..."

Juan Perón, 17 de octubre de 1950



1. La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: EL PUEBLO

2. El Peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.

3. El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un circulo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.

4. No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.

5. En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.

6. Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista. 7. Ningún Peronista debe sentirse mas de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un Peronista comienza a sentirse mas de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.

8. En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, despues el Movimiento, y luego los Hombres. 9. La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.

10. Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.
11. El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires. 12. En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.

13. Un gobierno sin doctrina es un cuerpo si alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, ecónomica y social: el Justicialismo.

14. El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente popular.

15) Como doctrina politica, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con la comunidad. 16. Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economia social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.

17. Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.

18. Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberama.

19. Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.

20. En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo.

martes, 15 de julio de 2008

La cara oculta de las retenciones

Por Norberto Galasso

Historiador
Desde muy lejos viene aquella enseñanza de que, en política, el error es peor que el crimen. Por esta razón, los argentinos –y en especial, los sectores medios- deben desechar las fábulas que emite la nueva derecha comunicacional y bucear en lo profundo del enfrentamiento que vivimos para encontrar su cara oculta.Nadie puede dudar de que hay en juego miles de millones de dólares si se aplican o no las retenciones, enorme renta que se redistribuiría hacia el pueblo o sería usufructuada exclusivamente por el sector agropecuario, especialmente por los grupos parasitarios que han hecho un dios de la renta y el mercado. En solo una frase, De Angelis ha revelado el centro de la discusión: "El que quiera comer lomo, que lo pague 80 pesos el kilo, como pasa en Uruguay". Así barrió de un solo golpe con todos los falsos argumentos que se oponían a quienes explicaron, desde el campo popular, la necesidad de desconectar los precios internos de los altos precios internacionales y transparentó, por fin, la avidez insaciable de estos sectores y su profundo sentido antisolidario.Con esa frase, cerró el debate y esa señora de clase media de Flores o Caballito que se sometió a "la zoncera" mediática de endiosar al campo, ahora ya se ha enterado de cuáles son las intenciones y lo que deberá afrontar a la hora de preparar la comida familiar. Esperemos que no ocurra, como decía Jauretche que "cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada". De cualquier modo, esto está claro y no da para más.Pero lo que se mueve bajo la superficie de estas aguas, resulta algo aún más peligroso. Se trata de desestabilizar al gobierno. La acción conjunta de cortes de ruta y desabastecimiento, con campañas opositoras insólitamente agresivas por parte de los grupos que concentran los medios de comunicación –a lo cual se sumó el frustrado intento de un cacerolazo que tuvo por epicentro el Barrio Norte de la Capital Federal- habla a las claras del propósito de jaquear al gobierno para interrumpir el curso de un proceso de recuperación nacional y popular, harto difícil, en el cual existen varias asignaturas fundamentales pendientes, pero que ha sido expresión de la voluntad popular hace muy pocos meses. Y que además ha avanzado en el terreno de los derechos Humanos, el respeto a las reglas de juego democráticas y ha dado pasos dirigidos a reunificar a la Patria Grande Latinoamericana como nunca antes.De aquí resulta evidente que esta insurrección agropecuaria –de tinte claramente corporativista, a la cual le cabría perfectamente la caracterización de fascista- no sólo va por la renta agraria diferencial, enorme, hoy por los altos precios internacionales, sino contra un gobierno que considera expresión del sesentismo, de los piqueteros, del montonerismo y otras calificaciones que estiman denigrantes y que les resultan insoportables porque expresan lo mejor del peronismo, fuertemente atravesado por la crisis desde la muerte de Perón.Lo que está en disputa son dos modelos opuestos. El nacional y popular, que avanza en el intento de redistribuir ingresos y que debe profundizar sus medidas –recupero de las fuentes de energía y las empresas públicas, ley de radiodifusión y otras- y el modelo agroexportador dependiente que marcó la mayor parte de nuestra historia hasta 1945, en beneficio de unos pocos, los de siempre, liderados por la Sociedad Rural y los grandes diarios que fueron cómplices tanto del menemismo como de la dictadura genocida del 76/83. Por eso, rechazando la avalancha de mentiras que difunden cotidianamente los grandes medios, la mayoría popular defenderá a este gobierno frente al proyecto contrarrevolucionario que se ha montado alrededor del conflicto agropecuario.Luchemos pues por un frente político autónomo y antioligárquico que le dé contextura popular a este proceso en marcha, hoy amenazado.
Prensa Mov. sanmartiniano en el MPLmovsanmartiniano@gmail.com

viernes, 11 de julio de 2008

jueves, 10 de julio de 2008

La República de Otaria

Supongamos que en la vasta extensión del Océano Atlántico, entre Sud África y el Río de la Plata, existe una comarca aún desconocida. Es un país fértil cuyas tierras arables suman casi treinta millones de hectáreas. Tiene una población de 20 millones de habitantes. Se denomina en el planisferio del imaginario Mercator, República de Otaria. Sus habitantes responden, pues, a la designación genérica de otarios, lo cual resulta simbólico, porque si bien la palabra otario no figura en el diccionario de la Real Academia, en el lenguaje vernáculo tiene una acepción precisa: otario es el que cambia una cosa real y cotizable por algo sin valor: una palabra, un concepto, una ilusión, un halago interesado; el que cambia, por ejemplo, un jugoso bife por un elogio a su generosidad y a su espíritu democrático. El cuervo era un otario. El zorro, un vivo. Otaria produce más de lo que necesita para vivir. Cada otario consume anualmente 100 kilos de carne, 200 kilos de trigo, 100 litros de leche y 100 kilos de maíz que en parte se transforma en huevos y en carne de ave. El exceso de producción lo trueca por combustible. No nos ocuparemos de este comercio y daremos por sentado que sus valores se equivalen. Los otarios necesitan emprender algunas obras públicas para abrir horizontes a la vida larval en que viven. Sus economistas los han convencido de que deben recurrir al capital extranjero, porque Otaria está huérfana de ellos. Nosotros nos disponemos a cumplir esa misión civilizadora. Para ello es indispensable que efectuemos una pequeña revolución y asumamos el poder. Nunca faltarán otros otarios dispuestos a servir a altos ideales que simbolizamos nosotros y las grandes empresas que nos aprontamos a ejecutar. La unidad monetaria de aquel simpático país es el otarino. Tiene el mismo valor legal de un peso argentino y se cotiza a la par. Los alimentos y la materia prima de Otaria valen exactamente lo mismo que sus similares argentinos. Para simplificación del ejemplo y de la interpretación usaremos cifras globales. La técnica no se altera por centavo de más o de menos. Quizás nos convenga abrir una institución de crédito en Otaria. Quizás no la necesitemos. Los instrumentos del crédito internacional pueden suplir perfectamente la ausencia de un banco local. Si queremos abrir un banco, nos muñimos de una carta de crédito en que el Banco Central de la República Argentina afirme que tiene depositada a nuestra disposición una suma dada, cien millones, por ejemplo, en oro o moneda convertible, o que se responsabiliza de ellos. Eso basta. La carta de crédito del Banco Central de la República Argentina es palabra sagrada en la República de Otaria. Por otra parte, una carta de crédito –digamos una carta de presentación– fue todo el capital inicial que invirtieron en este país los más poderosos bancos extranjeros: el Banco de Londres y América del Sud, el ex Banco Anglo Sudamericano, El First National Bank of Boston y el National City Bank of New York. Nos preocuparemos, eso si, de que la memoria del Banco Central de Otaria diga algo semejante a lo que el Banco Central de la Argentina afirmó en su memoria de 1938, la conveniencia de “transformar las divisas en oro y dejar ese oro depositado en custodia en los grandes centros del exterior ... no sólo por la economía que significa no mover físicamente el metal, sino principalmente por facilitarse de este modo su pronta y libre disposición con el mínimo de repercusiones sicológicas”. Este argumento, que fue convincente para nosotros, puede ser aceptado por los otarios, a quienes nos complacemos en imaginar tan confiados, liberales y democráticos ciudadanos como nosotros. En los Estados Unidos la operación no hubiera podido efectuarse, porque aquellos cow boys son tan desconfiados que hasta 1914 no permitieron el establecimiento de ningún banco extranjero, y, para impedir filtraciones subrepticias, ni siquiera permitían que sus propios bancos tuvieran agencias en el exterior. Con posterioridad, accedieron al establecimiento de sucursales de bancos extranjeros, los que no podían prestar nada más que un dólar más que el capital que genuinamente habían importado desde el exterior. Pero en Otaria son tan liberales como nosotros. Ya estamos instalados en Otaria y disponemos de un capital virtual –como son todos los capitales– de cien millones de pesos argentinos que respaldan nuestra responsabilidad sin necesidad de salir de esta república. En Otaria vive habitualmente un técnico de gran reputación, el doctor Postbisch, cuyos servicios profesionales nos hemos asegurado con la debida anticipación y cuya consecuencia y lealtad hacia nosotros se acrecienta en la medida en que nos sirve. El doctor Postbisch, tras un breve estudio de una semana, descubre que los otarios estaban viviendo sobre un volcán. Sin darse cuenta atravesaban “la crisis más aguda de su historia”. Los otarios no se habían percatado de ello, primero, porque los otarios estaban muy ocupados en crearse una industria que abriera los cerrados horizontes de la monocultura; segundo, porque habían pagado sus deudas y no debían nada a nadie, con excepción de algunos pequeños saldos comerciales; tercero, porque vivían aceptablemente bien, y cuarto, porque en realidad se trataba de “una crisis oculta” que necesitaba la pericia clínica de Postbisch para ser diagnosticada. Para equilibrar el presupuesto nacional –que se desequilibrará más que nunca, para nivelar la balanza de pagos con el exterior, que daba superávit y dará déficit en adelante– el doctor Postbisch, dotado de poderes ejecutivos tan extraordinarios que envidiaría el mismo Superhombre de las historietas infantiles, decide desvalorizar la moneda de Otaria a la tercera parte de su valor. El otarino, que valía un peso moneda nacional, desciende hasta no valer nada más que treinta y tres centavos de los nuestros. El doctor Postbisch designa a esa operación “corrimiento de los tipos de cambio”. Nuestro capital de cien millones, que permanecía en expectativa en su moneda originaria, se triplica si se lo calcula en otarinos. Los productos de Otaria siguen, como es lógico, cotizándose en otarinos y el alza que el doctor Postbisch les acuerda es tan pequeña que desdeñaremos considerarla, porque de todas formas no varía los resultados en su conjunto. Postbisch, cuya facundia es asombrosa, ha convencido a los otarios de que tanto la desvalorización de su moneda como la estabilización de los precios son indispensables para escapar del vórtice de la espiral inflacionista y que esas medidas deben ser complementadas con la inmovilización de los salarios y de los sueldos. En Otaria, pues, todo queda como antes de la desvalorización, Pero el genio creador de Postbisch se revelará en todo su poder en la multiplicación de nuestro capital. Jesucristo multiplicó los panes. Postbisch multiplicó el dinero extranjero con que se adquieren los panes. Vamos a usar la nueva capacidad adquisitiva de nuestros capitales. Utilizaremos un solo peso, por si acaso nos equivocamos. Ni siquiera en los ejemplos deben arriesgarse los capitales que se confían a nuestra custodia. En Otaria con un peso argentino se compraba un kilo de carne, que en el mercado interno de Otaria valía un otarino. La desvalorización de la moneda de Otaria, por recomendación de Postbisch, no ha alterado los precios internos. Con un peso argentino virtual se adquieren tres kilos de carne. Si exporto a la República Argentina un kilo de carne, como allí sigue valiendo un peso moneda nacional, con ese kilo de carne saldo la deuda que había contraído en mi país con la apertura del crédito. Me quedan dos kilos de carne que vendo en la misma República de Otaria a un otarino cada uno. Y de esta manera, el capital virtual que había movilizado en el papel se transforma en un fondo real de doscientos millones de otarinos, con el que podemos iniciar la ejecución de grandes obras que son indispensables para la vida de esa república, pero que los otarios no hubieran podido emprender nunca por falta de capitales. La ración diaria de los otarios habrá descendido en un tercio.

Raúl Scalabrini Ortiz

(De "Bases para la reconstrucción nacional")

martes, 8 de julio de 2008

APUNTES PARA LA MILITANCIA-COOKE





Contar con una información adecuada no es sólo un derecho que la masa peronista se ha ganado en sufridos años de lucha, sino también condición esencial para cumplir su misión histórica de liberar nuestra patria de la explotación nacional e internacional. Sin embargo, desde las estructuras dirigentes del movimiento únicamente le llegan trivialidades que nada agregan salvo confusión. Las funciones inexcusables es extender y ahondar ese conocimiento directo, elaborar críticamente datos de la realidad contemporánea y presentar conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar las enseñanzas que deja la acción colectiva, tareas sin las cuales no se perfeccionan las formas organizativas y de combate. Es en la organización revolucionaria que se opera ese enriquecimiento recíproco, al cual contribuyen los cuadros directivos con las síntesis esclarecedoras que orientan a las masas obreras. El peronismo lo necesita con urgencia, como punto de partida para replantear sus inoperantes líneas políticas. Para saber cuales son nuestras fallas y llegar a sus causas hay que tener una visión global de la Argentina, de las fuerzas que chocan en su seno, de las características que revisten esos conflictos. U dentro de ese marco histórico, examinar el significado del peronismo, con qué tendencias sociales e irreductiblemente antagónico, qué políticas lo condenarán a frustrarse y cuáles sirven al objetivo de realizarnos como destino nacional. Por no plantearse correctamente todo esto, las burocracias siempre rectifican los aciertos y reinciden en los errores. La indigencia teórica arrastra a los desastres estratégicos. Lo primero que procuramos demostrar en la brevedad de este informe es que la teoría política no es una ciencia enigmática cuya jerarquía cabalística manejan unos pocos iniciados, sino un instrumento de las masas para desatar la tremenda potencia contenida en ellas. No les llega como un conjunto de mandamientos dictados desde las alturas, sino por un proceso de su propia conciencia hacia la comprensión del mundo que han de transformar.


John William Cooke – Diciembre de 1964


Capítulo I


Malestar en las basesSeguros de nuestra propia fuerza y razón, durante la tiranía militar, aun en sus períodos más sombríos, la reconquista del poder nos parecía próxima e inexorable. A nueve años del golpe imperialista (de 1955) ese optimismo ingenuo ha cedido su lugar a otra actitud más realista y reflexiva, aunque siempre poseída del optimismo. El origen del descontento no es por lo tanto la violencia del régimen, son las sospechas sobre la aptitud del Movimiento para doblegarlo. Los presos, los torturados, los muertos, las innumerables jornadas de combate, testimonian nuestro coraje ante la adversidad: también despiertan interrogantes sobre si no estaremos malogrando tanto sacrificio. Hay muchos de nuestros compañeros que relegan esas inquietantes intuiciones, resistiéndose a admitir el deterioro de las viejas certidumbres. Otros se tranquilizan oponiendo la convicción de que, pese a todos los obstáculos, a la larga el pueblo vencerá. Pero este fatalismo optimista no es más que otra forma de autoengaño: nuestros compromisos son con esta época, sin que podamos excusarnos transfiriéndolos a generaciones que actuarán en un impreciso futuro. La historia no es nítida ni lineal ni simple, la Argentina de hoy es un ejemplo de sus complicaciones y ambigüedades. La presencia del peronismo impide que las clases dominantes gocen tranquilamente de sus privilegios usurpados: es por sí misma, la prueba de la decrepitud del régimen, de su ineficacia para resolver los problemas del país (nota: aunque habría que considerar sus formas de prolongación y reciclamiento para mantenerse). La inquietud prevaleciente responde a la impresión de que nuestros objetivos finales se hallan en una brumosa lejanía, que nuestros esfuerzos cotidianos no parecen acortar. Dicho de otra manera: entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como factible, como meta hacia la cual marchamos. No más que eso necesitan las masas, pero no con menos se conformarán. Lo importante es destacar que allí está el origen de ese temor a no encontrar respuestas revolucionarias a los desafíos contemporáneos. Las clases gobernantes no pueden ya aspirar a nada más que al mantenimiento del equilibrio. Salvo las fluctuaciones secundarias entre fases de máxima tensión y fases de relativa calma social, permanecerán en la situación óptima mientras esta paridad no se rompa. El peronismo, como agrupación mayoritaria, necesita alterarla. Mientras no encuentre la política que lleve a conseguirlo, prorroga la vigencia del régimen, y simultáneamente se debilita internamente. Tiene ante sí una opción entre dos líneas de conducta. Puede mantener la actual, confiando en que de alguna manera imprevista llegará al poder y se iniciará así el milenio peronista, concepción burocrática. O puede plantear la cuestión a la inversa: comprender que el futuro del Movimiento no está en acertar una tómbola, sino en movilizar al pueblo en una política revolucionaria. La casualidad que nos regale el gobierno y nos garantice el futuro no se dará. Lo que sí podemos hacer es encarar los cambios internos de fondo que nos pongan en condiciones de aspirar al poder. La crisis del Régimen y la crisis del Movimiento PeronistaTodos coincidían en que la causa originaria de la crisis fue el gobierno peronista. El que las penurias justamente comenzaran con la restauración de 1955 no pasa según ellos de mera casualidad. También es “casualidad” que después de nueve años de una política que es la antítesis de la que habría provocado la crisis, ésta sigue a toda marcha. Pero desde todas las tribunas se nos suministra una explicación que absuelve nuevamente al régimen con irrefutable rigor lógico: lo que impide sacar al país del pantano son las maquinaciones de una formidable asociación ilícita, que integran Perón, Fidel Castro, “los que sueñan con un retorno imposible” y Mao Tse Tung, además de una caterva de agentes del “comunismo internacional” que nadie ha visto nunca, pero que se nos dice que está por todas partes haciendo maldades a full time. Sobre la caracterización de la crisis hay una amplia variedad de versiones: es crisis moral, o crisis de la cultura, o crisis del desarrollo, o crisis de jerarquías, etc.... Hay quienes ven el fin de sus privilegios como si fuese el fin de la comunidad: confunden el no-ser burgués con el no-ser de la Nación. Por nuestras virtudes hemos podido agudizar las contradicciones internas de los sectores gobernantes, impedir muchos de sus abusos, evitar la institucionalización del despojo y el semicoloniaje. Por nuestras carencias no hemos logrado impedir que el régimen siga manteniendo intacta la superioridad en fuerza material que le permite subsistir, oscilando entre la dictadura desnuda y la dictadura encubierta, tras las formas rituales de la democracia minoritaria. A su propia anarquía e incoherencia hemos opuesto nuestras propias indecisiones, nuestra invertebración teórica y operativa. El pueblo se niega a aceptar el viejo juego político en que sólo participaba por procuración, y por medio del Movimiento ha hecho imposible el reestablecimiento de ese anacronismo, salvo como aparato desprovisto de todo vestigio de representatividad. No ha logrado en cambio dotar a esa vocación de poder de una práctica eficaz. La resistencia no es suficiente: sin contraataque no hay victoria. El Movimiento exige una política en que se conjuguen las ideas, la práctica y la organización revolucionaria, en que la búsqueda de los objetivos finales se armonice y complemente con las variantes tácticas y operativas capaces de dar respuesta a cada coyuntura. Cada vez que se nos cierran los caminos de la semilegalidad, la burocracia declara la guerra. Pero nada más. Ésta queda librada a la espontaneidad de sacrificados activistas que oponen una violencia inorgánica, inconexa e insuficiente, frente al potencial y a la técnica siempre en aumento de los órganos represivos oligárquicos imperialistas. Esta vacancia de conducción dura hasta que viene un nuevo período de soluciones negociadas. Entonces, los que estuvieron en la retaguardia durante el combate, pasan a ser la vanguardia en los trámites de la tregua y capitalizan la abnegación de las bases en la mesa de arena de los acuerdismos. En el escenario político del país, la diferencia entre los partidos tradicionales y el peronismo es neta, tajante, evidente por si misma. Esto explica que nos proscriban, no pertenecemos al mismo sistema. Pero las estructuras del movimiento no reflejan esa contradicción irresoluble, sino que ésta reaparece internamente. Tenemos por un lado el peronismo rebelde, amenazante para los privilegios, y por otra parte, aparatos de dirección en los que predomina una visión burguesa, reformista, burocrática, en lugar de la visión revolucionaria que corresponde a la realidad objetiva del papel que cumple el peronismo en la vida nacional (nota: en la vida partidaria, el pejotismo liberal ocupó el lugar contra el peronismo revolucionario).


Capítulo II


El orden de la oligarquía liberal


¿Cuál es la fuerza que impulsa ese progreso? Señores, ¡es el capital inglés!"Bartolomé MitreLa recolonización de 1955 permitió a la minoría explotadora ocupar económica y políticamente el país, pero no culturalmente. Antes una cosa implicaba a la otra, ahora no. La fórmula había funcionado durante un siglo a partir de la derrota nacional de Caseros. Allí se liquidó el pleito entre las dos corrientes que chocaban desde los días de Mayo: la del puerto de Buenos Aires, cosmopolita, librecambista, vehículo de ideas e intereses que convenían a Europa y trataba de imponer al resto del país; y otra, nacionalista popular, que veía al país en su conjunto y como parte de la unidad latinoamericana. Antimorenistas y morenistas, dictatoriales y americanistas, unitarios y federales, fueron fases de ese enfrentamiento. Una vez que Argentina quedó incorporada como satélite de la primera potencia capitalista de mediados del siglo XIX (Inglaterra) y se unificaba en la política de la oligarquía portuaria, los antagonismos se denominaban separatistas bonaerenses y hombres de Paraná: crudos y cocidos, chupandines y pandilleros, liberales y autonomistas, cívicos y radicales. Desde la Independencia, los intereses foráneos tenían su aliado natural en la burguesía comercial de Buenos Aires, dispuesta a enriquecerse como intermediaria de un comercio sin restricciones en Europa. Su primera víctima fue Mariano Moreno, cuya visión americanista chocó con el centralismo unitario que subordinaba el país a la política bonaerense. A ellos se debe el rechazo de los diputados orientales que llevaban a la Asamblea del año XIII las instrucciones de Artigas sobre la organización confederal. Sólo desacatándose pudo realizar San Martín la campaña de Chile y Perú, pero el pago fue dejarlo abandonado a su propia suerte en suelo peruano, del cual pasó al exilio voluntario y definitivo. Fue contra los devaneos monárquicos de ese grupo, que los gauchos impusieron el principio republicano en el año 20. Fue contra la Constitución aristocratizante de su agente conspicuo –Rivadavia- que se alzaron seis años después los caudillos federales. Dignos antecesores de la oligarquía contemporánea, en 1815 sancionaron la Ley de Vagancia, para terminar con la protesta de los gauchos hambreados por la política de los exportadores de carne. En la Constituyente de 1826, los rivadavianos proponían una cláusula prohibiendo el voto de los domésticos, soldados de línea, peones, jornaleros, en una palabra, a la chusma que había hecho la Independencia. Borrego, a quien luego harían asesinar por Lavalle, ridiculizó los argumentos de esa minoría reaccionaria. La de hoy, aplica el mismo principio proscriptivo aunque no tiene la valentía de sostenerlo con doctrina. Fue ese unitarismo el que concedió a Inglaterra la franquicia para que sus barcos navegasen nuestros ríos, a cambio del derecho espectral de que los barcos que no teníamos navegasen por el Támesis. El mismo escandaloso unitarismo que dio toda la tierra pública como garantía para contraer el empréstito con Baring Brother’s, el que entregó las minas de Famatina a un consorcio europeo del cual Rivadavia estaba a sueldo, el que creó el Banco de Descuentos dando el control a los comerciantes ingleses. La época de Rosas fue un compromiso entre Buenos Aires y el interior, unidos en una política defensiva contra el colonialismo anglofrancés y las fuerzas que secundaban sus planes para desintegrarnos. Buenos Aires retiene las ganancias del puerto, pero encabeza la lucha contra el extranjero. La Ley de Aduanas protegía a la industria artesanal, el coraje criollo, la soberanía acechada. Rosas, caudillo de la conjunción de fuerzas populares que terminó con el unitarismo, era la cabeza de los ganaderos bonaerenses, y formaba con sus amigos y parientes el sector más dinámico de la economía, integrado como industria de tipo capitalista e independiente del sistema comercial de Inglaterra: cría de ganado, saladeros, flota de barcos para transportar los productos a diversos mercados. Cuando esas circunstancias cambiaron, la política proteccionista del Restaurador ya no contó con el apoyo de los estancieros, que se unieron a la coalición organizada por Inglaterra y dirigida por el imperio esclavista de Brasil. En 1852 el país necesitaba superar el equilibrio precario del período rosista e integrarse como nación moderna, constituyendo una unidad económica, con el territorio nacional como mercado interno único, y el puerto de Buenos Aires puesto al servicio común como base para un desarrollo capitalista autónomo. Ocurrió todo lo contrario. La burguesía comercial portuaria afirmó su control al haberse constituido también como burguesía terrateniente. Los hombres de la Federación poco pudieron contra sus maquinaciones, especialmente cuando Urquiza hipotecó su caudillaje para salvar sus vacas, y la “barbarie” del interior fue aniquilada para asegurar la hegemonía de esa oligarquía ganadero-comercial. La Argentina se incorporó al proceso económico mundial, pero como mercado complementario del capitalismo inglés. La manufactura importada terminó de aniquilar nuestras industrias embrionarias. Los ferrocarriles dibujaron una nueva geografía donde el intercambio interregional desaparece, se expande el mercado comprador de artículos ingleses y nacen “las provincias pobres”. Las compañías extranjeras, los grandes terratenientes y la burguesía que participaba del negocio importador y exportador, engordan a medida que la riqueza del interior cae en los toboganes que la deposita en los puertos para ser transferida a las islas británicas. Los ríos que el paisanaje había cerrado con cadenas para atajar a las flotas invasoras, pasan a ser vías internacionales por prescripción constitucional: no la prosperidad sino la miseria navegarán por ellos. Zona marginal del centro capitalista inglés, también debíamos ser dependencia ideológica y política. Es que el imperialismo es tanto un hecho técnico-económico como cultural. El lugar de operaciones aisladas de intercambio, establece una relación permanente que no se agota en cada transacción. Los capitales colocados en la semicolonia deben rendir frutos durante muchos años. Es preciso entonces evitar toda inseguridad en los reintegros y pagos de intereses. Debe procurarse que crezca la economía agraria, para que sus productos fluyan a la metrópoli, y que no surjan industrias que desequilibren la “división internacional del trabajo”. El imperio necesita contar con gobiernos estables, ordenados, buenos pagadores e inmunes al extravío nacionalista. Para eso no hace falta recurrir a la presión directa o a los groseros despliegues de potencia armamentista. La penetración financiera produce el encumbramiento de una oligarquía nativa cuyo destino estaba ligado al del “gran país amigo”. Las expediciones punitivas de Mitre y Sarmiento ahogaron en hierro y fuego las protestas del pueblo, la cabeza de Chacho Peñaloza, exhibida en la Plaza de Olta, simboliza a la oligarquía mucho mejor que los mármoles y bronces con que ella se ha idealizado. La dependencia económica aseguró la esclavitud mental. La semicolonia quedó unificada en el culto idolátrico de las ideas -símbolo del liberalismo- y cuanto se le oponía fue sentenciado y ejecutado en trámite sumario. La lucha política era entre minorías. La montonera había sido una forma de política elemental en la que se participaba directamente. El hombre de nuestro campo tomaba la lanza y arrancaba detrás del caudillo: iba a pelear contra los españoles o al grito de “Federación o Muerte” (que según se ha demostrado, significaba “República o Muerte”), contra los proyectos monárquicos centralistas de la aristocracia porteña, o contra el chancho inglés o francés que rondaba nuestras aguas, en último caso para entreverarse en peleas de menor significación. El enriquecimiento de la región pampeana significó, como contrapartida, el estancamiento del interior. El libre cambio tuvo un primer efecto negativo: la producción artesanal de las provincias interiores no pudo resistir a la afluencia de manufacturas extranjeras. Durante la época de Rosas no se había contraído empréstitos con el extranjero, pero a medida que la Argentina aumenta sus exportaciones, y por ende su solvencia como deudor, se recurre al crédito externo con tal exageración que el país se va hipotecando hasta límites increíbles. Sarmiento se vale del empréstito para terminar la guerra con el Paraguay y “pacificar” nuestro interior; otros empréstitos se piden para obras que no se construyen, para planes que nunca se inician, a veces sin buscar pretexto plausible. Después se van pidiendo empréstitos para pagar los servicios de empréstitos anteriores. Sólo de 1863 a 1873 los ingleses prestan a la Argentina 15 millones de libras esterlinas. En estos idílicos tiempos, que tanto añoran los conservadores, el país sufría inmediatamente los efectos de cualquier contracción en los países industrializados. Éstos eran periódicamente sacudidos por las crisis que llegaban aquí con violencia multiplicada, al reducir la demanda de nuestras exportaciones y simultáneamente el precio que se nos pagaba por ellas. Además, justo cuando nuestro país entraba en crisis, Gran Bretaña drenaba nuestras reservas de oro agravando la situación. Sin embargo, las clases dirigentes ponían todo su empeño en mantener el crédito internacional de la Nación a toda costa. Un presidente diría que “es necesario economizar sobre el hombre y la sed de los argentinos”. Yrigoyen y sus enemigosFue Yrigoyen quien, orientándose como pudo, infligió serias derrotas al aparato que asfixiaba al país. El yrigoyenismo fue un movimiento de masas que expresaba la tendencia al crecimiento del país, frenado por la alianza de la aristocracia latifundista y el imperio británico. En el gobierno tuvo entre otros méritos, el de cumplir con su promesa de no enajenar ninguna parte de la riqueza pública ni ceder el domino del Estado sobre ella. En un asunto clave como el ferroviario, su acción fue fecunda, y demostró una comprensión cabal cuando, al vetar la ley del Congreso que traspasaba las líneas del Estado a una empresa mixta, afirmó en el Mensaje: “el servicio público de la naturaleza del que nos ocupa ha de considerarse principalmente como Instrumento de Gobierno con fines de fomento y progreso para las regiones que sirve”. El apoyo a YPF, la tentativa de crear un Banco del Estado y un Banco Agrícola, la compra de barcos, etc.., son otras tantas pruebas de su orientación nacionalista. Su política internacional fue digna, altiva, independiente, y retomó el sentido latinoamericanista que poseían los hombres de la Independencia y que se perdió a mediados de siglo pasado. Es bueno insistir sobre el manto de plomo que recubría la cultura del país. Las voces solitarias de aquí y allá que querían agregar un aporte renovador, estaban fuera (o se las dejaba rápidamente) de los medios de difusión capaces de amplificarlas hasta influir en la conciencia política nacional. La transición a concepciones políticas más adelantadas y claras que pudo producirse dentro del radicalismo, fue cosa que no ocurrió. Fuera de él, en las fuerzas organizativas, había un páramo ideológico. El Partido Conservador, representante de la oligarquía terrateniente, no se resignó a la pérdida del gobierno ocasionada por la aplicación del sufragio libre. Mientras esperaba la hora de recuperar el poder por la violencia, su táctica consistió en unir todas las fuerzas posibles bajo el lema negativo de hacer antirradicalismo (luego, cuando contó con aliados en el propio radicalismo, su bandera sería el “antiyrigoyenismo”). El aliado más consecuente que siempre tuvieron los conservadores fue el Partido Socialista, que no sólo los acompañó en las maniobras concretas contra el radicalismo, sino que también lo haría contra el peronismo. Buenos Aires, puerto de factoría que servía a la intermediación importadora-exportadora, centro burocrático al que convergían los inmigrantes y los criollos desplazados por el latifundio, era la única realidad que veían –incompleta y erróneamente, además- los socialistas. Por el resto del país sentían el mismo desprecio que los “civilizadores” mitristas y rivadavianos. La gran mayoría de los explotados estaba en el campo: eran los peones de la estancia, los obrajeros, los hijos de la tierra convertidos en mano de obra miserable. La Argentina quedaba seccionada en una porción industrial y en otra que no lo era, cuyos respectivos asalariados se incomunicaban entre sí y perseguían objetivos contrapuestos. Era una estrategia que podía deparar algunas mejoras a sectores reducidos del proletariado (creando nuevos motivos de desunión interclasista), pero le vedaba la lucha política para avanzar en conjunto como clase. Los obreros industriales, sin peso en el cuadro global de la economía subdesarrollada, no podían ser factor de transformaciones revolucionarias, si actuaban de espaldas al resto de los perjudicados por el sistema oligárquico imperialista. A cambio de la fantasía de buscar una liberación exclusiva, para ellos solos, en medio de la Argentina desangrada, rompían el frente capaz de obtener una liberación real, y abdicaban del papel que les correspondía dentro de ese frente como clase revolucionaria. En suma, no les quedaba más que “el sindicalismo puro”, la lucha economista por mejoras inmediatas, aunque debilitados por renunciar a la solidaridad de los otros grupos de intereses comunes, y votar por los socialistas, con lo que terminarían de suicidarse. Como el Partido Socialista era enemigo de la industrialización, la clase proletaria no crecería, y como también era librecambista y enemigo de lo que llamaba las “industrias artificiales”, cuando éstas desapareciesen, los obreros sin trabajo aumentarían la oferta de mano de obra y bajarían los salarios. Limitándose a una política meramente encaminada a las mejoras salariales en la industria, éstas servirían, por una parte, para aumentar la diferencia entre las remuneraciones de la ciudad y del campo, característica de los países subdesarrollados. Al mismo tiempo, servirían de pretexto para el aumento de costos de producción y, sin proteccionismo, las industrias quedarían en peores condiciones ante la competencia extranjera. Con estas menciones basta para apreciar que si el Partido Socialista nos ha negado siempre hasta “la leche de la clemencia”, no es por oportunismo ni por improvisación, sino por una vocación rectilínea –desde la cuna hasta la tumba-. La oligarquía, copiando instituciones liberales, y el Dr. Justo remedando enfoques socialistas, llegaban siempre a las mismas conclusiones y compartían los mismos prejuicios. Por ejemplo, al peón de tambo y al obrajero que los oligarcas explotaban y denigraban, el Dr. Justo los crucificaba teóricamente negándoles toda capacidad política. Su discípulo, el Dr. Repetto, explica que era imposible hacerles comprender razones “porque se trata de gente muy ignorante, envilecida en una vida casi salvaje”. Mencionamos las modalidades que los hacen indistinguibles del conservadorismo. Destacaremos algo que acredita a los socialistas como caso político único. Es el partido socialista del mundo colonial y semicolonial que nunca fue antiimperialista, ni siquiera doctrinariamente. Más aún: es el único partido socialista del mundo que ha defendido expresamente al imperialismo. Hasta los más viscosos amarillismos social-demócratas de Europa, beneficiarios y cómplices de la política colonial de sus burguesías, al menos en teoría han condenado al imperialismo. En la Argentina tenemos un fenómeno mundial: un partido socialista proimperialista en la teoría y en la práctica. Los designios de Estados Unidos de imponer su hegemonía en todo el continente, no constituían ningún secreto: sus hombres de Estado lo venían proclamando desde hacía un siglo, y había muchos hechos probatorios en exceso, la oposición a los proyectos de Bolívar para la unificación continental, la destrucción de nuestro Puerto Soledad en las Malvinas, el robo a México de más de la mitad de su territorio, las depredaciones en Nicaragua, la incursión naval contra Paraguay, eran algunos ejemplos. Pero cuando la intervención yanqui en Cuba, a principios del siglo XX, Juan B. Justo observó: “Apenas libres del gobierno español, los cubanos riñeron entre sí hasta que ha ido un general norteamericano a poner y mantener la paz a esos hombres de otras lenguas y otras razas. Dudemos pues de nuestra civilización”. Dudemos más bien de los socialistas cipayos, porque hasta los obrajeros analfabetos del Dr. Repetto, saben que cuando los cubanos tenían ganada la guerra de la Independencia, en 1898, los norteamericanos, mediante una provocación, tomaron parte en la contienda y se constituyeron en usufructuarios del sacrificio de los isleños que venían guerreando desde hacía treinta años, firmaron un tratado de paz con España sin dar intervención a los cubanos, y se apoderaron de las Filipinas, Guam, Puerto Rico, etc. En Cuba nombraron un gobernador militar y sólo lo retiraron cuando se les dio la base de Guantánamo (que todavía ocupan) y se les reconoció el derecho de intervenir militarmente. Cada vez que había protestas por el fraude con que se elegía a un presidente amanuense de los yanquis, estos mandaban fuerzas amparados en esa concesión. Únicamente a los socialistas argentinos se les podía ocurrir echarle la culpa a los cubanos de esas intervenciones imperialistas que sufrieron todas las naciones que estaban en el radio geopolítico de Estados Unidos. Cuando decía “dudemos de nuestra civilización”, se trataba de una ironía justista: quería decir que estaba seguro de nuestra barbarie. Como la civilización y el progreso sólo pueden llegar del extranjero, también aplaudieron la maniobra yanqui que quitó una provincia a Colombia y creó la república artificial de Panamá. Pensaban, como los yanquis, que nuestro continente sería un emporio de civilización si no estuviese poblado por latinoamericanos. Lenin, explicando la desviación reformista de los movimientos europeos que recibían su cuota del producto colonialista, dijo que “el partido obrero-burgués es inevitable en todos los países imperialistas”. Ha mencionado asimismo que “en todos los países en los que existe el modo de producción capitalista hay un socialismo que expresa la ideología de las clases que han de ser sustituidas por la burguesía”. En esta segunda categoría estaría el Partido Socialista de nuestro país sin describirlo totalmente. La Argentina, siempre al día con las modas del Viejo Mundo, quiso darse el lujo de tener un partido obrero-oligárquico-proimperialista, una creación de la fantaciencia política. Desde que se acriollaron los inmigrantes, nunca más consiguieron reclutar a un proletario. Cuando en la Casa del Pueblo ven acercarse a un grupo de obreros, cierran las puertas y piden custodia policial. En 1930 la situación se tornó mucho peor, los efectos de la crisis se sentían fuertemente y la reacción afilaba sus cuchillos. Como después pudo verse, el curso de la economía en todo el mundo no admitía ninguna salida de la depresión. Había que capearla lo mejor posible. Pero la maquinaria de la oligarquía le permitía exagerar las fallas del gobierno, atribuirle la culpa de procesos que eran inevitables y marcarlo como responsable del descontento popular. El Partido Socialista, infaltable en las grandes infamias contra el país, dio una batalla parlamentaria contra la ley de nacionalización del petróleo y lo mismo su desprendimiento, el Partido Socialista Independiente, se sumó al escándalo callejero, arrastrando a los bobalicones de la pequeña buguesía portuaria, que creían que aquellos tribunos municipales eran la última palabra en materia de progresismo y audacia de pensamiento. Entre otras lindezas, el diario La Nación emitió este juicio sintético: “No se recuerda ninguna época de fanatismo y corrupción como ésta”. Y La Prensa: “Nunca antes en la Argentina, un gobierno quiso mostrarse y se mostró más prepotente, omnisciente, ni llegó a dejar mayor constancia de su incapacidad de actuar, respetar y ser respetado. Por su parte el Partido Comunista no aportaba nada al esclarecimiento de las cosas, por el contrario, definió al gobierno de Yrigoyen como “reaccionario” y “fascistizante”. El clásico frente antipopular, perfectamente sincronizado, sacó a relucir sus grandes palabras y los militares de cabeza hueca hicieron de verdugos. La Década Infame“Recién entonces comprendimos hasta qué punto de nuestras oligarquía estaba divorciada de la vida nacional y pudimos medir la amplitud y la perfección con que dominaba los nudos estratégicos de la vida de relación” - Scalabrini Ortiz.En la dictadura que sustituyó a Yrigoyen pugnaban dos corrientes de pensamiento. Los amigos más próximos del general Uriburu profesaban un vago nacionalismo fascista, cuyo expositor principal había sido Leopoldo Lugones, por entonces en una de las etapas más reaccionarias de su vida atormentada y contradictoria. Se identificaba a la patria con su aristocracia, frente a la chusma que venía a ser lo espúreo y extranjero. Era la “hora de la espada”. La dictadura clasista y los grupos conservadores planteaban su contradicción de siempre: invocaban las ideas de la democracia liberal, pero en los hechos tenían que violarlas para impedir el retorno del partido derrocado, sobre todo cuando la elección de abril de 1931 demostró que los radicales seguían siendo mayoría. Después de la guerra 1914-18, la posición de Gran Bretaña como primera potencia financiera había cedido ante los Estados Unidos, que emerge como primer país acreedor del mundo. En la Argentina eso se reflejó en un avance norteamericano, tanto en el monto de sus inversiones como en su participación en nuestro comercio exterior. El país se convirtió en zona de fricción entre ambos imperialismos. Los norteamericanos invertían en algunos sectores de la industria y tenían sus ojos puestos en los yacimientos petrolíferos, buscaban el desarrollo de la vialidad para ampliar el mercado de sus exportaciones: automóviles, petróleo, caucho, etc. Los ingleses defendían el sistema de transportes estructurado en torno a los ferrocarriles y al suministro de carbón. La crisis del año 30, dio transitoriamente el triunfo a los ingleses. Las inversiones directas norteamericanas habían pasado de 40 millones de dólares en 1913 a 330 millones de dólares en 1929, en 1940 representaban 360 millones: el 14% de las inversiones extranjeras contra el 61% que poseían los ingleses. Con la primera guerra había terminado el período de auge del sistema capitalista universal. La crisis iniciada en 1929 no fue más que un efecto retardado de ese resquebrajamiento, cuyos problemas habían quedado irresueltos. En la Argentina el impacto fue tremendo, como consecuencia de la indefensión que nos creaba el sistema agroexportador. Las condiciones de nuestro progreso –demanda creciente de productos agropecuarios, fertilidad de la zona pampeana, arribo de capitales y de inmigración- provenían de afuera, al margen de una acción consciente impulsada por factores internos. Ese desarrollo espontáneo ya estaba agotado para entonces, pues el aumento de la producción ya no podía hacerse mediante la incorporación de nuevas tierras aptas para el proceso productivo. La crisis trajo un estancamiento en la demanda mundial de nuestras carnes y cereales, y el valor de las exportaciones argentinas se redujo, de golpe, en un 50%. Los países industrializados abandonaron los métodos del liberalismo, y establecieron una serie de medidas para contrarrestar los efectos de la depresión. Simultáneamente, se invirtió la corriente mundial de capitales: en lugar de afluir a los países dedicados a la producción primaria, retiraron gran parte de las inversiones y cesaron sus préstamos. Para hacer frente a los déficits de sus cuentas internacionales, los países como Argentina no tenían otro recurso que apelar a sus reservas de oro y divisas y, cuando éstas se agotaron, a diversas medidas de regulación económica. La conferencia de Ottawa, en que Gran Bretaña había establecido sus dominios, un sistema de “preferencias” que cerraba las puertas a la penetración comercial americana, puso a nuestra oligarquía en el trance de perder el mercado británico de carnes. Empavorecida mandó una delegación a Londres, encabezada por el vicepresidente de la República, que firma el pacto Roca-Runciman y somete a nuestra economía a dictados ingleses. Gran Bretaña no se comprometía a nada importante. En cambio se le otorgaba el control de nuestro mercado de carnes y distribuir el 85% de su exportación, asegurándose además que el transporte se realizase en sus buques. La clase dirigente entregó al extranjero todo cuanto éste exigió, desde el manejo de la moneda y el crédito hasta el monopolio de los transportes. El principal instrumento de dominación fue el Banco Central, cuya ley preparó Otto Niemeyer, vicepresidente del Banco de Inglaterra, y fue adoptada y puesta en ejecución por los doctores Pinedo y Prebisch. La misión nombrada por Justo para proyectar las reformas financieras del país era, con leves modificaciones, la misma que antes había nombrado el gobierno de Uriburu. La componían Alberto Hueyo, E. Uriburu, Federico Pinedo, Raúl Prebisch, R. Berger, R. Kilcher, L. Lewin, y Robert W. Roberts, representantes de la banca Baring Brothers, Morgan y Leng, Roberts y Cía., que eran acreedores del gobierno. Extranjeros eran los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, los frigoríficos trustificados que controlaban la exportación de carnes, las empresas de comercialización de las cosechas, los tranvías, ómnibus y subterráneos. Para dar una idea del anti-yrigoyenismo, Alvear había festejado la caída de Yrigoyen. Los socialistas aprovecharon los años de abstención radical para conquistar una numerosa bancada parlamentaria, luego reducida a representaciones de la Capital Federal. Ostentaron el mérito de no complicarse en ninguno de los escandalosos negociados de la época, pero silenciaron el escándalo total de nuestro encadenamiento a Gran Bretaña y de los avances del imperialismo yanqui. Al fijar posición en el debate parlamentario sobre el pacto Roca-Runciman, el diputado Nicolás Repetto aclaró: “Desde luego, nuestro voto no implicará un reproche a la gestión diplomática realizada en Londres por el doctor Julio A. Roca. Manifestamos y lo hemos hecho públicamente, nuestra adhesión por la forma tan discreta, por la perseverancia realmente ejemplar y por la alta dignidad que nuestra representación ha sabido mantener en todo momento en el ejercicio de su elevado mandato”. Su oposición se limitó a lo episódico y marginal, sin calar en ninguno de los temas fundamentales que afligían a la Nación. Eran la oposición ideal para el régimen: moderada, enemiga del desorden, cultora de todos los mitos proimperialistas. Su minúscula astucia de jacobinos parroquiales consistía en equiparar a radicales y conservadores en salvaguardia del orden, cuando se temía que los radicales intentasen perturbarlo. Los radicales siempre reprocharon a los socialistas el haberse aprovechado de su abstención para obtener representaciones y legalizar el fraude de los conservadores. En defensa de esa actitud, Repetto dijo hace algunos años cosas muy graciosas: relata que, vetada la candidatura Alvear-Güemes en 1931, Lisandro de la Torre vacilaba en presentarse como candidato de la fórmula con el propio Repetto, pero éste en vano aventó sus escrúpulos, y termina diciendo: “Los hechos ocurrieron en la forma supuesta por mí, y en la elección presidencial siguiente, los radicales triunfaron con su candidato, el Dr. Roberto Ortiz” (La Razón 24/10/61). No menciona que Ortiz fue electo por los conservadores y radicales antipersonalistas mediante un fraude cometido contra el candidato de la UCR, Alvear. Con el criterio de Repetto, en la elección de 1931 no hubo proscripción radical, puesto que el general Agustín P. Justo era también radical antipersonalista (Ortiz fue uno de sus ministros). Desde luego, ahora los radicales prefieren no hablar de esos episodios, desde que hace años son ellos los que usufructúan la proscripción del partido mayoritario (nota: el peronismo había sido proscrito desde 1955) y eso les ha convertido en gobierno. Cuando aluden al tema se enredan en explicaciones más retorcidas aún que las habituales. Uno de los que lo ha abordado intrépidamente es el Dr. Ricardo Balbín, y como era de esperar, desapareció toda confusión. Su diáfana oratoria dejó establecido que las situaciones no eran idénticas. “Los radicales mantuvieron su entereza moral en la abstención, sin prestarse con sus votos a pactos ni a la confusión de la República. Los proscritos deben tener espíritu demócrata y no ser aventureros del poder” (La Razón, 06/08/61). Capítulo IIILa brisa de la historiaLa política de neutralidad del gobierno militar rompía la unidad continental que Estados Unidos buscaba para su política de guerra (Segunda Guerra Mundial). El Departamento de Estado apeló a todos los recursos para forzarlo a cambiar de línea o provocar su derrocamiento: retiro de los embajadores latinoamericanos, inglés y norteamericano, congelamiento de nuestras reservas de oro en Estados Unidos, prohibición a sus barcos de tocar puertos argentinos, restricción de sus exportaciones con destino a nuestro país, etc. Recién en 1945, cuando la suerte del conflicto mundial estaba decidida, la Argentina rompió relaciones con el Eje, pero sin unirse al rebaño de las restantes repúblicas americanas conducidas por los yanquis. Los partidos, la prensa y los intelectuales, movidos por el imperialismo, apoyaban al embajador yanqui Spruille Braden, quien actuaba públicamente en la vida política argentina, fogoneando la renuncia y detención de Perón. Pero los trabajadores ya no consintieron esa nueva vergüenza: todo el país quedó paralizado por una huelga general, y las multitudes marchan hacia Plaza de Mayo donde exigen la libertad de Perón y su vuelta al poder. Scalabrini Ortiz ha dejado una inolvidable descripción de esas jornadas. De ahí extraemos algunos párrafos que captan su vivencia: “Un pujante palpitar sacudía la entrada de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en un mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, aglutinados por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón”.El milagro aritméticoLa oligarquía había temblado ante la invasión de los descamisados. Las explicaciones autotranquilizadoras le devolvieron la calma que se transformó en euforia cuando, de inmediato, el gobierno convocó a elecciones para cuatro meses más tarde: allí obtendría el triunfo que se le acababa de escapar de las manos y castigaría la escoria responsable del fracaso. El Régimen al que había referido Yrigoyen se había reconstituido, esta vez con el radicalismo como participante principal. El acercamiento de los partidos respondió, como hemos visto, a una serie de motivos: el belicismo los llevó a desarrollar actividades conjuntas, y desde junio de 1943 habían desaparecido las causas del antagonismo –fraude, lucha por el gobierno- y todo contribuía a unirlos, incluso la desgracia común. Ante la ola desconocida que traía un candidato “de afuera”, no perteneciente al selecto club democrático-representativo, se constituyó la Unión Democrática. Mirada desde el ángulo tradicional, la Unión Democrática era una aplanadora: estaban todos los partidos que tenía el país, es decir, todos los votos. Los analistas procedían con criterio realista y admitían que de ese inmenso montón de sufragios había que descontar unos puñaditos de gente votaría al candidato “imposible”, algunos obreros sin conciencia que se habían dejado engañar por el demagogo, los sectorcitos que seguirían a los radicales de la Junta Renovadora, los totalitarios, claro está, y por fin ciertos elementos de la población, como ser vagos, ladronzuelos, punguistas, borrachos, malevos.... En suma, una ínfima minoría de estúpidos y antisociales, y por consiguiente, lo único que tenía interés era el escrutinio de las listas de diputados para ver como estaría compuesto el Parlamento que acompañaría al gobierno de Tamborín-Mosca. Para mayor garantía, el imperialismo yanqui no dejaba de ayudar a sus amigos. Poco antes, la Junta de Exiliados Políticos Argentinos se había dirigido a las Naciones Unidas pidiendo la solidaridad del continente contra nuestro gobierno, en un documento que llevaba la firma de los partidos Socialistas, Demócrata Progresista, Radical, Demócrata Nacional (conservador) y Comunista. Braden había dejado la embajada, ascendido al cargo de Subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos y desde allí trataba de obtener el asentimiento para los que desde aquí pedían “la intervención militar en la Argentina”. En noviembre de 1945, el canciller uruguayo, Rodríguez Larreta, le da estado diplomático a la tesis y emite la Doctrina de Intervención Multilateral, propiciando la intervención colectiva del hemisferio para restablecer la democracia en nuestro país, recibiendo la respuesta que merecía de nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores. Faltando pocos días para las elecciones, el Departamento de Estado norteamericano publicó el Libro Azul, donde se repetían las habituales acusaciones y se daban “pruebas” de que Perón y sus colaboradores eran agentes nazis. Nuestro gobierno las desmintió con el Libro Azul y Blanco, haciendo enérgicas consideraciones sobre la intromisión norteamericana en los asuntos internos de la Argentina. No hay necesidad de explicar cómo fue que perdieron todos los partidos, con toda la prensa y el dinero, con las omnipotentes embajadas de las democracias victoriosas, con los estudiantes, profesionales e intelectuales, con los caudillos grandes y chicos de todo el país. Ese golpe fue cruel para todos ellos. Muy especialmente para el radicalismo, que de ser una inmensa mayoría, se encontró ante la sorpresa de que no podía ganar ni con el aporte de todos los partidos juntos. Sus frases seguían siendo las mismas, los propósitos que venían enunciando no habían cambiado, ni tampoco la comunicación inmaterial con las masas de Alem, Yrigoyen y Alvear. Sin embargo ese pueblo que durante trece años de fraude había querido votarlos, ahora que tenían la oportunidad de hacerlo en comicios libres, les volvía la espalda para seguir a un recién llegado. Ellos se veían a sí mismos de una manera: la imagen era falsa y el pueblo los contemplaba tal como eran. La UCR, como todo partido “serio”, excluyó de su léxico la palabra “imperialismo” justo cuando el hombre de la calle estaba adquiriendo conciencia de su peligrosidad. El caso que venimos analizando deja una primera lección: no hay que encerrarse en cuevas ideológicas, porque afuera pueden estar sucediendo cosas importantes, y uno enterarse demasiado tarde o no enterarse nunca. El Partido Comunista, que se autotitulaba “vanguardia del proletariado”, se desempeñó como vanguardia de la oligarquía. De lo que se han valido los antiliberales reaccionarios para desacreditar al marxismo, que parecería conducir sistemáticamente a las mismas posiciones que el liberalismo. Lo cual es falso. Primero, porque el marxismo no es una doctrina que de respuesta automáticamente a cada situación, es un método para conocer la realidad social y guiar las actividades tendientes a cambiarla. Según cómo se lo utilice se llegará o no a interpretaciones y a líneas de acción concretas. Y segundo, porque lo que ha caracterizado siempre al PC Argentino es, precisamente, el no aplicar la teoría que invocan. Tienen una concepción del país que proviene, en parte, de asimilarlo a modelos históricos que no se adecuan a nuestro país y, en parte, de la mitología mitrista. Y una política consistente en adaptarse mecánicamente a la política de la URSS. El marxismo sirve para justificar literalmente esa suma de irrealidades. Así, de la táctica de los “frentes populares”, cuando se firmó en 1939 el pacto ruso-germano, va a defender la neutralidad y denunciar como sirvientes del imperialismo a los que intentaban meternos en la guerra. Pero cuando la URSS fue arrastrada a la contienda, los “imperialismos” pasaron a ser “democracias”, los neutralistas fueron declarados “nazis”, y los cipayos pasaron a ser la esperanza de la Patria, no abandonaron el frentismo, que es su técnica permanente, pero ya no se buscó el “frente nacional antiguerrero” sino otro para incorporar a nuestro país en el frente único de los pueblos en guerra con el “nazifascismo”. Era un nazifascismo tan raro que había levantado la intervención de las universidades, dado legalidad al Partido Comunista después de 15 años de proscripción, permitía la libertad de prensa más desenfrenada, y celebró las elecciones más limpias de toda nuestra historia, como lo reconocieron los partidos opositores. Ningún integrante de la Unión Democrática creyó que pudiera triunfar el coronel Perón. El 17 de octubre había sido un misterio “policial”: el 23 de febrero (elecciones) fue un misterio aritmético. Algunos dijeron después, para prestigiarse como zahoríes, que se la vieron venir: no es cierto, eso estaba fuera de toda lógica que ellos pudieran desarrollar. Por lo general, hasta el día de hoy siguen sin enterarse de lo que pasó. En el subconsciente les baila la hipótesis de que es cosa de magia negra. 1945-1965: Citación nacional y actuación revolucionaria de las masasEn el año 1945, los bárbaros invadieron el reducto de la democracia para esquistos, distorsionaron todas las relaciones sociales, desmontaron los cómodos engranajes del comercio ultramarino y para colmo, se mofaron de las estatuas y cenotafios con que la oligarquía gusta perpetuarse en el mármol y en el bronce. El 17 de octubre era algo tan nuevo, que rápidamente lo redujeron a su verdadero valor: era una especie de congregación de papanatas, delincuentes, o como decían los cultos de la izquierda oficial, lumpen proletariado, arriados por la policía en una especie de carnaval siniestro. Lógicamente el 24 de febrero, cuando se reunieron todos los partidos políticos, los que tenían todos los votos, el candidato imposible como llamaban a Perón, no tenía otra perspectiva que la de conseguir algunos votos de esos elementos marginados. La verdad es que los dueños de todos los votos perdieron. En lugar de unos pocos sufragios de la canalla, la canalla sacó más sufragios que todos los partidos juntos desde la izquierda a la derecha. Inmediatamente los teóricos buscaron explicación y lo plantearon como un episodio de la lucha de nazis y antinazis dentro de su característica habitual de trasladar a escala nacional los problemas universales. Pero por detrás de todas esas explicaciones, en el fondo del subconsciente les baila la hipótesis de que había sido cuestión de magia negra. Pero en todo esto había algo más que mala fe, había la incapacidad de la clase dirigente argentina para comprender un fenómeno que no cabía dentro de las formas conceptuales del liberalismo tradicional. Ese ostracismo de las clases dirigentes debió haber sido definitivo. Solamente duró 10 años, y sobre el perjurio de algunas espadas se restableció el régimen y resolvió aplicar sus tesis. Los juristas de almas heladas inventaban decretos de desnazificación y crearon maravillas de la juricidad como el 4161 famoso, mientras los intelectuales inventaban teorías que iban, desde la tesis de que constituíamos una acumulación multitudinaria de abribocas encandilados por métodos de propaganda totalitaria, hasta la distinción sociológica entre masa y pueblo, la masa como algo informe, innoble, indiferenciada; y el pueblo, para decir una palabra, constituido por gente que votaba al radicalismo, a los conservadores o a los socialistas. Hasta monseñor Plaza, el conocido clérigo financista del Banco Popular, anunció que la epidemia de poliomelitis que padecían los niños argentinos era el castigo de Dios por el extravío del peronismo. Nosotros dijimos: soberanía política, independencia económica y justicia social. Pero si para esos objetivos aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad de hace 20 años, la inoperancia de los métodos desvirtúa y desmiente la fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que refiere a una realidad debe cambiar con esa realidad. Le reprochábamos casualmente a la ideología liberal que las ideas eran universales y tanto valían para EEUU, África o Francia, y que tanto valían en la época ascendente de la burguesía como en la época de la expansión imperialista sobre las zonas subdesarrolladas de la tierra y lo que nosotros negamos en 1945, lo que negamos de toda esa superestructura ideológica implantada sobre una triste realidad del país, así como negamos los mitos de la historiografía mitrista y a los presupuestos de la Constitución de 1853. De la misma manera, para ser fieles con esa negativa y toda Revolución, debe ser primero rechazo si después quiere ser afirmación, fieles a esa negativa debemos también cuestionar dentro de nuestro bagaje ideológico todo aquello ya perimido por el tiempo, por los hechos y por el fluir de la historia nacional e internacional. Moreno, Dorrego o Rosas... han merecido nuestra admiración y nos sentimos identificados con ellos en cuanto a defensores de la soberanía, en cuanto a actores de la lucha independentista. A nadie se le ocurriría, sin embargo, ir a repetir el plan de ninguno de ellos. Pero en ese tiempo histórico presente de las revoluciones de los pueblos y los levantamientos de los continentes, tanto da estar atrasados 20 años como estarlo 100 o 140. Nosotros postulamos la defensa y la continuidad de la tradición. El pensamiento conservador es partidario del tradicionalismo, es decir, de la fijación de categorías que alguna vez fueron. La época de la montonera no era para ellos la dinámica de las luchas de las masas argentinas en sus etapas de ascenso, sino que es el reflejo, la época de oro para una utópica restauración del fijismo de la estancia rosista. Por eso, en el año 45, a pesar de la crítica que hizo el nacionalismo de derecha al régimen liberal y la historiografía mitrista, pronto nuestros caminos nos separaron, porque donde ellos todavía soñaban con la vuelta a la tierra, y se veían caudillos de gauchos sometidos a la elite de la aristocracia de la que formaban parte, nosotros veíamos el gaucho de carne y hueso transformado en cabecita negra, obrero y que buscaba conducción sindical, orientación para sus luchas, conquistas políticas, líderes de las masas. Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que no conocieron fue el deshonor. En el año 1945 Perón planteó perfectamente el problema nacional. Acá hay una frase clave y que él de una manera o de otra la ha repetido siempre: “Cien años de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento libertario en el espíritu de las masas populares”. La izquierda inclusive no la entendió. Posiblemente si Perón en vez de decir esa frase tan sencilla hubiese dicho: La dialéctica de la lucha de clases internas, en relación con la liberación de los pueblos semicoloniales en la época de la expansión financiera del imperialismo, se conjuga en una unidad dialéctica dentro de las coordenadas de la economía y de la historia mundial… Si lo hubiese dicho así, de esa forma, la izquierda tal vez lo hubiese reconocido como un hombre genial. La lucha de clases estaba agudizada, pero el régimen peronista seguía planteando el problema del país, como si todavía existiese el frente policlasista antiimperialista del año 1945, con Perón como General en Jefe, y ese frente ya estaba desintegrado. La parte marginal de ciertos sectores de la burguesía media y alta se fueron retirando rápidamente, los sectores de la pequeña burguesía, algunos movilizados por el problema religioso, otros por diversos factores coyunturales, expuestos como están a los factores propagandísticos de la burguesía, rápidamente abandonaron este frente popular, y entonces, así se explica no solamente la caída del peronismo, sino la forma en que cayó, porque la única fuerza real con que contaba el peronismo a esa altura de los acontecimientos era la clase obrera. No es insólito que esto ocurra, lo insólito es que si bien el general Lucero es lógico que creyera en la palabra de honor de sus camaradas, qué diablos tenía que depender la fuerza de la clase trabajadora de la palabra de honor de ningún militar, si la única fuerza real con que contaba eran sus propios puños y su propia fuerza. Y aunque el peronismo no era un régimen del proletariado, tampoco era la dictadura de la burguesía. Sin embargo había un lugar donde pudo haberse planteado todo eso, eso era el partido, pero lo que ocurre es que también el partido y la administración y gran parte del sindicalismo sufrieron un proceso de burocratización, y ahí donde debía haber sido el campo de desarrollo ideológico se transformó en una esclerotizada estructura burocrática donde cualquier recomendado por el mismo podía ir de gerente de una empresa, como interventor del partido. Se identificaron las tareas administrativas con las tareas políticas y lógicamente en estos casos se produce una cierta degeneración: cualquier burócrata firma un decreto y cree que ha contribuido a la grandeza de la nación, dice tres palabras de obsecuentes y cree que es artífice del triunfo peronista, murmura una arenga patriótica y cree que la República le está en deuda. El mal proceso de selección determinó que ante esa coyuntura a que me estoy refiriendo, el salto cualitativo no podía ser tomado como medida técnica, debía haber sido tomado desde el punto de vista de la media política. Se produce en consecuencia un enfrentamiento con una tremenda coalición interna e internacional, en la que el peronismo actuaba como si contase, como en el caso de un general que creyese que tiene determinadas divisiones que están en el campo adversario y no en el campo de él, y todos los lamentos póstumos sobre las milicias obreras, para mí son simples especulaciones fantasiosas. Porque no se puede armar la clase trabajadora para que defiende a su régimen y al otro día decirle: Bueno m’hijo, devuelva las armas y vaya a producir plusvalía para el patrón. La milicia obrera y la defensa del régimen implicaba los cambios sociales. Cuando se quiso formar ya era tarde, porque el régimen se vio entre la contradicción de que el paso de su respaldo militar a un respaldo compartido por la clase obrera armada, hubiese significado perder ese aparato militar, y en ese desajuste hubiese caído irreversiblemente. El régimen fue vendido el 16 de julio, porque casualmente cuando Perón proclamó que era el presidente de todos los argentinos, en ese momento no era más el presidente de la clase obrera, nadie más lo reconocía. Entonces, siguió pidiendo la pacificación como la había pedido en el ’52, creyendo que le acababan de dar el último golpe a lo contrarrevolucionario, y lo que acababan de dar era el primero, un golpe prematuro de una coalición de fuerzas que seguía inconmovible. (...) Se podría seguir todo el tiempo con esta clase de cosas. El senador Fassi dice que la URSS es fascista y que el régimen de Fidel Castro es imperialista, y podría acumular así disparates constantemente. Es un problema mucho más serio, eso no depende de Illia ni de Onganía ni de nadie. Depende de determinadas estructuras que no pueden permitir el acceso del peronismo, y que cuando lo permitan será porque el peronismo no será la expresión política de los trabajadores. Todo lo demás pertenece al mundo de la magia, al mundo del milagrerismo, en el fondo se reduce a lo siguiente: que se arme un bochinche y pase no se sabe qué y como consecuencia de eso aparezcamos no sé cómo en el gobierno sin darse cuenta de que el hecho que yo diga que el régimen está en crisis, en descomposición, no significa que el régimen cae, porque solo no va a caer, hay que voltearlo, porque una situación histórica así puede durar cualquier cantidad de años. Cualquiera que hayan sido los factores que hayan intervenido, que en todas partes no fueron los mismos, el hecho concreto es que en el momento, para lo que yo llamo una alta conducción burocrática, de plantearse el problema de su mito, lo que había que plantear llenándolo de su verdadero significado y no como hacen con Perón, que es como Sócrates, que le dan la interpretación que quieren, entonces todos proclaman una adhesión abstracta que parece que es la más obsecuente y el máximo de fidelidad y la verdad es que es la mayor falta de respeto. En el fondo todo radica en lo mismo, como en el año 1945 el pueblo y las fuerzas armadas marcharon juntos en una etapa de la historia, una vez que se despejen los malentendidos que siembran los malvados, nos volveremos a juntar -¡nunca más nos volveremos a juntar!-.En primer lugar porque en 1945 eso de pueblo y ejército fue una verdad a medias. Al fin y al cabo el 9 de octubre a Perón lo echó el Ejército. Lo que pasa es que como en aquel entonces el balance, el equilibrio de fuerzas internas de las FFAA era muy parejo, la irrupción del movimiento de masas fue suficiente para volcar de nuevo la balanza a favor de Perón. Pero ese ejército ya lo perdimos. Porque ese nos acompañaba en el industrialismo, en la lucha antiimperialista, en una serie de cosas, pero no en el contenido social ni en el avance social que representaba, no en la subversión de las jerarquías. Por eso que mientras unos se levantaron contra el peronismo en septiembre, otros pelearon con bastante desgano y esto corresponde sí a un estado de espíritu, a un estado de conciencia, pero siquiera esos estaban formados en un cierto repertorio mínimo de ideas nacionalistas. Por otra parte, cuando nos disolvamos como peronistas, si es que nos disolvemos como peronismo, es porque otra fuerza representará el papel revolucionario que representa en este momento al peronismo. La revolución social entonces no es un orden ideal fijado porque nosotros lo consideramos que es el que preferimos con respecto a otro, es una necesidad técnica, como necesidad económica y como necesidad del país para realizarse como integridad nacional, es una tarea nacional postergada, exige ese pre-requisito de la revolución social, así que cuando nosotros decimos el régimen burgués no da más, estamos diciendo no una preferencia, porque aunque el régimen burgués fuera capaz de desarrollarse yo igual estaría en contra, pero al mismo tiempo eso no quitaría que pudiese el país recorrer etapas dentro de él. Pero ahora lo que yo opine o no opine no tiene importancia, lo que tiene importancia es si los análisis son correctos y si los análisis tal como yo los he planteado son exactos. Entonces hay que replantearse una nueva visión del país, una correspondencia entre las luchas del pueblo que son sacrificadas, que son abnegadas y que ya vienen desde hace 10 años, y una estrategia de poder. A nadie se le pide que nos ponga en el poder mañana ni pasado. Se les pide que nos encaminemos al poder, que no nos encaminemos a la disgregación, que no nos encaminemos a la esterilidad histórica. Lógicamente como yo hago estas críticas, comprendo que puedan hacer otras, pero siempre desde la lucha. La primera condición para criticar el combate, es estar en el combate. Estamos en un equilibrio: el régimen que no tiene fuerza para institucionalizarse pero sí para mantenerse mientras el peronismo y la masa popular y otras fuerzas tiene suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a la burguesía con durar le basta.


Diciembre de 1964